Stephen Arterburn
Fred Stoeker con Mike Yorkey
La
batalla de cada hombre
La guía que todo hombre necesita para...
Ganar la guerra de la
tentación sexual, una victoria a la vez
Elogios para “La
batalla de cada hombre”
«No
existe un enemigo más común de la verdadera hombría que la diversión o perversión
de nuestras capacidades sexuales. Doy la bienvenida a cada contribución que se
le haga al arsenal de la resistencia».
-Jack W Hayford, Litt.D.
Pastor de Church on the Way [Iglesia
en el camino]
y presidente de The King's Seminary [Seminario
del Rey].
«Este
libro revolucionará el matrimonio de cada hombre que lo lea. ¿Por qué? Porque
cada hombre lucha con las tentaciones sexuales y cada matrimonio se fortalece
cuando estas se derrotan. Las explícitas, honestas y perspicaces páginas de
este libro revelan lo que cada hombre debe saber>.
-Doctores Les y Leslie Parrott
Autores de Saving Your Marriage Beftre It Starts
[Salve su matrimonio
antes de comenzado]
«Este
oportuno libro presenta principios claros y prácticos para la pureza sexual.
Arterburn y Stoeker extienden un llamado a la valentía, el compromiso y la
autodisciplina al dirigir a los hombres hacia una relación exitosa con Dios,
sus familias y cónyuges. Verdaderamente este libro es para todo hombre».
-Doctor. John Maxwell
fundador de The INJOY Group
«Dios
usó a Steve Arterburn en innumerables ocasiones para impactar mi corazón y mi
vida; estoy agradecido a él por su inversión en La batalla de aula hombre. También
estoy agradecido de Fred Stoeker. En este libro Fred derramó su honestidad, vulnerabilidad
y estratégica práctica, para pelear la buena batalla. Él ofrece verdad y
esperanza bíblica para todo el que tenga oídos para oír, en cuanto a cómo
luchar en la guerra de la tentación sexual. Lee La batalla de cada hombre con
el corazón abierto, ya que podría salvar tu matrimonio y testimonio».
-Doctor Gary Rosberg
presidente de America's Family Coaches
Autor de Guard Your Heart [Guarda tu
corazón]
y Las cinco necesidades de amor de hombres
y mujeres.
Contenido
Reconocimientos----------------------------------------------
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Introducción
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Primera Parte ¿Dónde nos
encontramos?
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1
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Nuestras historias
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2
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Pagar el precio
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3
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¿Adicción o algo
más? ---------------
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Segunda Parte ¿Cómo llegamos
hasta aquí?
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4
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Mezcla de normas
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5
|
¿Obediencia o
simple excelencia?-
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6
|
Solo por ser varón
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7
|
Escoge la verdadera
hombría ------
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||
Tercera Parte Escoge la victoria
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8
|
El momento para
decidir -------------
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||
9
|
Recupera lo perdido
------------------
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10
|
Tu plan de batalla
----------------------
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||
Cuarta
Parte
Victoria con tus ojos
|
|||
11
|
Aparta la vista
--------------------------
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||
12
|
Deja de alimentar
la vista -----------
|
||
13
|
Tu espada y escudo
------------------
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||
Quinta
Parte Victoria
con tu mente
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|||
14
|
Tu mente de potro
salvaje ----------
|
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15
|
Cerca de tu corral
---------------------
|
||
16
|
Dentro de tu corral
--------------------
|
||
Sexta
Parte
Victoria en tu corazón
|
|||
17
|
Aprecia a tu
escogida ----------------
|
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18
|
¡Lleva el honor!
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||
Guía
de estudio y comentarios.
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Reconocimientos
Quiero
darle las gracias a Greg Johnson quien me presentó a Fred Stoeker. Este
encuentro se originó en los cielos. Muchas gracias también a Fred, que trajo gran
sentido común y sabiduría a hombres que no son adictos sexuales, pero que
desean ser firmes en su integridad sexual. Trabajar con ambos fue un privilegio
y también con Mike Yorkey y su gran talento de escritor.
-Stephen Arterburn
Quiero
reconocer a varias personas que han tenido gran influencia en mi vida. El señor
Campbell, un talentoso veterano de Vietnam, maestro en una escuela superior de
clase obrera, se encargó de sembrar el amor a la escritura en el corazón de un
deportista. Los pastores John Palmer y Ray Henderson son mis héroes. Joyce
Henderson merece mi agradecimiento por su apoyo incansable. Mi suegra Gwen, fue
mi gran defensora.
A todos los que contaron sus historias
y leyeron las versiones preliminares del manuscrito, gracias. Y aunque por razones
obvias no puedo decir sus nombres a los lectores, ustedes saben quiénes son.
Ustedes fueron indispensables.
Mi más profundo agradecimiento va
dirigido a mis amigos más antiguos: «Tío Jim», solo recuerda una cosa: ¡Me la
debes! «Milbie», mi respeto hacia ti es inmensurable. «Hollywood», la vida
sigue siendo demasiado preciosa. R.P., sabías que este día llegaría. Y a Dan,
Brad, Dick, Gary, Pat, RB. y Buster, ustedes son los amigos que brindan el
apoyo más grande que cualquier hombre podría esperar.
,- Y, por último, muchas gracias a mi
agente literario Greg Johnson, de Alive Communications, que se atrevió a
arriesgarse conmIgo.
-Fred Stoeker
A menudo, los coautores de este libro
describen de un modo
bastante explícito
las luchas pasadas -las suyas y las de otros con la pureza sexual. Por respeto
a la sincera comunicación con los lectores que enfrentan luchas similares,
nuestra meta fue ser francos, sin ofender. .. haciendo que así les sea más
fácil a los hombres enfrentar cualquier inmundicia y esforzarse por medio de la
gracia y el poder de Dios para participar activamente de su santidad.
Introducción
Cuatro
hombres y la historia de este libro
Del
editor Mike Yorkry:
Supongo
que se podría decir que cada libro es una obra de amor del autor, pero este
libro es la obra del amor de Dios hacia ti, lector. Dios escuchó el lamento
que proviene de los hombres que viven en una cultura cargada de sexualidad y
respondió uniendo a cuatro hombres de una manera poco común. Creemos que la
historia de cómo este libro llegó a tus manos, lleva consigo un importante
mensaje para tu corazón.
Conocí a Fred Stoeker por teléfono en
el año 1995, cuando yo era editor de la revista Enfoque a la Familia. Fred
había sometido un artículo que tituló The Art o[ the Hand-Off[El arte
de la entrega], describiendo cómo usó el libro del doctor James Dobson Preparing
for Adolescence [Prepararse para la adolescencia], para educar sobre la
sexualidad a su hijo Jasen, de once años de edad. El intuitivo artículo llegó a
Enfoque a la Familia sin que se solicitara, en otras palabras, su envío
era uno de los miles de artículos que posibles autores nos envían todos los
años con la esperanza de que se seleccione y publique. Fred no sabía 'que en la
revista solo teníamos en el año espacio para una docena de artículos no
solicitados. Sin embargo, al hojear su manuscrito algo me impactó en cuanto a
su historia escrita en primera persona, y pocos meses después la publicamos.
Un
tiempo más tarde, después de mudarme a San Diego con mi familia y comenzar una
carrera como escritor a tiempo completo, Fred me envió un paquete sorpresa vía Federal
Express. Adentro había un grueso manuscrito. En una carta explicativa,
mencionaba haber trabajado en el manuscrito durante largas horas, fines de
semana y meses, y que ya había pasado por la difícil tarea de mostrárselo a
Brenda, su esposa. Ella le dio el visto bueno y ahora Fred necesitaba la
opinión de un escritor y editor profesional. Como yo era la única persona que
él conocía con tales cualidades, se preguntó si estaría dispuesto a darle una
rápida lectura.
Me senté a leer el manuscrito de Fred
e inmediatamente me atrajo el tema, uno que muchos autores no se atreven a
tocar a fondo. Aquí estaba este hombre exponiendo la historia de su vida y la
de otros hombres. Mirar con insistencia a las mujeres. Soñar con actos sexuales
con féminas conocidas. Dar cabida a «y qué si...» y doble sentido sexual.
Masturbación desenfrenada.
El escrito de Fred necesitaba cierto
trabajo y ajustes estructurales (cosa que era de esperarse por ser su primer
manuscrito), pero debajo del exceso de palabras yacía un tesoro de verdades con
poder para impactar a toda una generación de hombres y guiados hacia la
integridad sexual. Al comentar mis pensamientos con Fred, este me pidió que
considerara volver a escribir el manuscrito.
Luego de dialogar con Fred y orar, le
dije que sí, pero la decisión no fue fácil. Yo acababa de comenzar mi carrera
como escritor por cuenta propia, y para mí era crítico escoger el proyecto
adecuado. Para autores primeriws como Fred es muy difícil hallar una editorial
que se disponga a trabajar con ellos, y yo era consciente de que probablemente
este manuscrito nunca se publicaría. No obstante, nos sumergimos en el proyecto
confiando en que si Dios quería dar a conocer su mensaje proveería una casa
editora, y WaterBrook Press fue la repuesta del Señor.
Del
editor Dan Rich:
Cuando
leí el manuscrito de Mike y Fred, de inmediato me impactó su potencial. Frente
a mí estaba un ejemplo de lo que aquí en WaterBrook Press buscamos con
mayor ahínco: libros que ofrezcan al creyente estímulo, apoyo y un reto de
parte de los autor_ que puedan comunicar «antiguas verdades con nuevos ojos», y
que lleven a los lectores a una renovada esperanza y redención.
Este manuscrito podría darse a conocer
sobre la base de sus propios méritos, pero en nuestras sesiones de
planificación decidimos que su impacto sería muchísimo mayor si le añadíamos
la voz de un consejero con experiencia y ampliamente respetado. El candidato
perfecto, pensamos, sería Stev Arterburn. Él había trabajado como autor y
coautor en treinta y cinco libros, era fundador de una cadena de clínicas de la
salud mental llamadas Clínicas Nueva Vida, y además era coanfitrión del
programa radial nacional Nueva Vida en Vivo.
Le pedimos a Steve que se uniera al
proyecto, y nos alegramos cuando dijo que lo haría. (En todo el libro, las
contribuciones separadas de Steve y de Fred por lo general se mezclaron con un
punto de vista de «nosotros», excepto cuando narran situaciones específicas
que proceden de sus experiencias y antecedentes personales.)
Del
coautor Steve Arterburn:
Con gran ilusión acepté la proposición
de ayudar a darle forma a este libro, porque estoy profundamente convencido de
su temática. En la primera llamada telefónica que le hice a Fred, luego de
sumergirme en el manuscrito, le dije que estaba seguro de que el libro tenía el
potencial de transformar más matrimonios y con más profundidad que cualquier
otro libro que hubiera leído.
¿Cómo puede un libro sobre el tema de
la sexualidad masculina transformar matrimonios? Porque he encontrado que los
pecados sexuales son como el comején que habita en las paredes y en el
fundamento de los matrimonios modernos. En mi programa radial Nueva Vida, no
es poco común recibir todas las semanas varias llamadas de hombres que con
desesperación anhelan ser libres de una vida de pensamientos impuros y acciones
sexuales impías. Estoy seguro de que muchos otros hombres también llamarían de
no sentirse tan avergonzados.
Pero con toda confianza puedo declarar
que el libro que ahora lees, La batalla de cada hombre, posee el
potencial de liberarte para que ames a tu esposa como nunca creíste poder
amarla.
Para proteger la identidad de las
personas mencionadas en el libro, cambiamos sus nombres y algunos detalles de
su historia. Pero estas historias son reales. Son las historias de pastores,
líderes de adoración, diáconos y ancianos. Son las historias de empleados de
oficinas y trabajadores de factorías. Todos son personas que se vieron
atrapadas en una terrible trampa, como todos estuvimos una vez.
No obstante, ir en pos de la
integridad sexual es un tema polémico. Cuando abordo el tema en mi programa
radial no faltan los ataques, y cuando Fred enseña o habla sobre él, también
recibe su porción de «pedradas y flechazos». La gente sofisticada de este
mundo, quienes consideran que las normas de Dios son ridículas y restringen,
nos han ridiculizado. Y con tales reacciones no tenemos ningún problema, ya
que tenemos una preocupación mucho mayor: tu bienestar.
Te encuentras en una posición bastante
difícil. Vives en un mundo saturado de imágenes sensuales durante las
veinticuatro horas del día, y en una variedad de medios de comunicaciones:
publicaciones impresas, televisión, videocasetes, intemet... y hasta el
teléfono. Pero Dios te ofrece la libertad de la esclavitud del pecado mediante
la cruz de Cristo, y creó tus ojos y tu mente con la habilidad de entrenados y
controlados. Simplemente tenemos que ponemos en pie y andar en su poder por el
camino de la rectitud.
Los hombres necesitan un plan de
batalla, y tendrás uno cuando termines de leer La batalla de cada hombre, un
plan detallado para convertirte en un hombre de integridad sexual. También
incluimos una guía de estudio y comentarios en la parte posterior del libro
para uso personal o con un grupo de hombres. Creemos que La batalla de cada
hombre es un gran material para usarse en el retiro de caballeros de tu
iglesia.
Aunque Fred y yo estaremos hablando
desde la perspectiva del hombre casado, La batalla de cada hombre no es
solamente para hombres casados. Los principios que describimos también se
aplican a muchos adolescentes y hombres jóvenes adultos que deben lidiar con el
asunto de la integridad sexual mientras son solteros. Pueden creemos cuando les
decimos que el matrimonio no es un rescate automático de la tentación sexual.
Por lo tanto, detallamos principios que ayudarán al soltero con la lascivia o
con el desarrollo de comportamientos adictivos, y que aumentarán sus
probabilidades de casarse con la persona apropiada.
Aunque el enfoque de La batalla de
cada hombre está dirigido a los hombres, también puede ofrecerles a las
mujeres una comprensión mayor en cuanto a las cosas que los hombres enfrentan
al luchar contra el eterno problema de los ojos. Por esta razón, cada una de
las seis partes del libro concluye con una sección titulada «Del corazón de una
mujer», que se basa en entrevistas que llevamos a cabo con mujeres.
Del
coautor Pred Stoeker:
La
inmoralidad sexual una vez me mantuvo cautivo, pero luego de liberarme quise
ayudar a otros hombres para que también se limpien de este pecado.
Después de enseñar el tema de la
pureza sexual masculina en la Escuela Dominical, un caballero se acercó a mí en
cierta ocasión y me dijo: «Siempre pensé que como era hombre, nunca podría
controlar mis ojos errantes. Yo no sabía que podía haber otro modo. ¡Ahora soy
libre!» Conversaciones como estas me llenaron de emoción y confirmaron el deseo
que Dios me dio de ayudar a otros hombres para que también salgan de este
atolladero.
Muchos
de los hombres que se acercaron a mí para contarme sus historias de pecado
sexual, me pidieron que escribiera un libro. Al principio lo dejé pasar como un
simple elogio. Después de todo, las probabilidades de publicar un libro eran
mínimas. Nunca antes había escrito un libro, yo no era el anfitrión de un
programa radial con exposición nacional, no tenía un doctorado ni tampoco había
estudiado en un seminario.
Entonces, ¿por qué comencé a escribir
el libro? Porque en lo profundo de mi ser sentía que si Dios me otorgaba tal
exposición en su Reino, podría darle a un mayor número de hombres algunos
consejos prácticos para obtener la victoria y ayudarlos a ser libres para que a
su vez ayudaran también a otros.
Los siguientes versículos me
inspiraron a continuar trabajando noche tras noche y mes tras mes en este
libro:
Ten
piedad de mí, oh Dios,
conforme a tu misericordia;
Conforme
a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones.
Vuélveme
el gozo de tu salvación,
y espíritu noble me sustente.
Entonces
enseñaré a los
transgresores tus caminos,
y
los pecadores se convertirán a ti.
(Salino
51:1,12-13 RV60)
¿Lo captaste? El plan de Dios consiste
en liberar a los pecadores y luego usarlos para que enseñen a otros. Dios me ha
estado usando de esta manera y confío en que a ti también te usará.
¿Estás ansioso por comenzar? Qué
bueno... yo también lo estoy. Necesitamos verdaderos hombres a nuestro
alrededor, hombres de honor y decencia, hombres con las manos en el lugar que
les corresponde y cuyos ojos y mente estén enfocados en Cristo. Si los ojos
errantes o los pensamientos impuros o tal vez las adicciones sexuales son
asuntos que tienen que ver con tu vida personal, Steve y yo esperamos que hagas
algo al respecto. ¿No crees que ya es hora?
Primera
Parte
¿Dónde nos encontramos?
capítulo
1
Nuestras
historias
«Pero
fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros,
como conviene a santos» (Efesios 5:3). Si hay un versículo en toda la Biblia
que capta la norma divina respecto a la pureza sexual, es este.
Y el mismo exige la siguiente
pregunta: En comparación con la norma divina, ¿existe el más mínimo indicio de
impureza sexual en tu vida?
Para
nosotros dos, la respuesta a esa pregunta era sí.
De
Steve: Choque
En
1983, Sandy, mi esposa, y yo celebramos nuestro primer aniversario. Ese mismo
año, y en un día bañado por el sol californiano en el cual me sentía
excelentemente bien al pensar en nuestra vida y futuro, subí al auto de mis
sueños: un Mercedes 450SL de 1973, color blanco y con techo negro. Solo lo
poseí durante dos meses.
Me desplacé rumbo norte a través de
Malibu con destino a Oxnard, donde me citaron para testificar en un tribunal
respecto a si un hospital debía o no añadir un centro de tratamiento
psiquiátrico para los adictos. Siempre me agradó viajar a lo largo de la
autopista Costa del Pacífico, o como solían decir los residentes locales: la
ACP. Los cuatro carriles cubiertos de brea negra abarcan todo el trayecto de la
costa dorada y le brindan al viajero una vista cercana de la cultura playera de
Los Ángeles. Bajé la capota del carro y la fresca brisa me golpeó el rostro
mientras pensaba que esta hermosa mañana de verano era un buen día para estar
vivo.
Ese día no fue mi intención salir a
mirar chicas, pero la noté a unas doscientas yardas de distancia, al lado
izquierdo de la carretera. Ella venía trotando a lo largo de la acera de la
costa. Desde mi asiento de piel en el auto tuve que reconocer que el panorama
frente a mis ojos era sobresaliente, hasta de acuerdo con las altas normas de
California.
Fijé la vista en aquella rubia con apariencia
de diosa mientras corría a paso determinado y el sudor le descendía como cascada
por su bronceado cuerpo. El atuendo de trotar que vestía, si en aquellos
tiempos se le podía llamar así, antes de los sostenes deportivos y los
pantalones de licra (elastizado), no era otra cosa sino un diminuto biquini. A
medida que se acercaba por mi lado izquierdo, dos pequeños triángulos de tela
luchaban por mantener los amplios pechos en su lugar.
No podría describirte su rostro, ya
que aquella mañana no pude registrar nada de lo que había encima de sus
hombros. Mis ojos se saciaron con aquel banquete de reluciente piel que me pasó
por el lado izquierdo, seguidos de la ágil silueta que continuaba corriendo en
dirección sur. Y cediendo ante un simple instinto lascivo, como hipnotizado por
su modo de andar, voltee la cabeza tanto como pude, estirando el cuello para
captar en mi cámara de vídeo mental cada momento posible.
y
de pronto... ¡Buumm!
Es probable que todavía estuviera
disfrutando de aquella maravillosa especie de atletismo femenino si mi Mercedes
no hubiera chocado con un Chevelle que se detuvo por completo frente a mí en la
carretera. Afortunadamente, solo viajaba a veinticinco kilómetros por hora en
medio del congestionado tráfico, pero el pequeño choque hundió la defensa
delantera de mi auto y destruyó la capota. Y la persona con quien choqué
tampoco estaba muy contenta por el daño que le causé a la parte posterior de su
auto.
Bajé
del auto avergonzado, humillado, saturado de vergüenza y sin poder ofrecer una
explicación satisfactoria. De ninguna manera le diría a este individuo: «Pues
si hubieras visto lo que yo estaba viendo me entenderías».
Diez
años más en tinieblas
Tampoco podría decirle
la verdad a Sandy, mi hermosa esposa. Esa noche expuse mi mejor versión del
desafortunado suceso ocurrido aquella mañana en Malibu. «Mira, Sandy, había
mucho tráfico, me incliné para cambiar la estación de radio que estaba
escuchando y lo próximo que supe era que había chocado con el Chevy. Por suerte
no hubo heridos». .
Lo cierto es que herí mi joven
matrimonio porque estaba robándole a Sandy mi plena devoción, aunque en aquel
instante no lo sabía. Ni tampoco me percaté de que, aunque había jurado
comprometer toda mi vida a una relación con Sandy, no comprometí mis ojos del
todo.
Durante diez años más permanecí en
tinieblas, antes de reconocer que necesitaba hacer cambios dramáticos en la
manera de mirar a las mujeres.
De
Fred: Paredes de separación
Me
sucedía cada domingo por la mañana durante el servicio de adoración de nuestra
iglesia. Miraba a mi alrededor y observaba a otros hombres con sus ojos
cerrados, adorando libre e intensa
mente
al Dios del universo. ¿Y yo? Solo percibía que entre el . Señor y yo había una
pared de separación.
No andaba bien con Dios. Como un nuevo
creyente, me imaginé que aún no conocía bien a Dios. Pero el tiempo pasaba y
nada cambió.
Cuando le mencioné a Brenda, mi
esposa, que vagamente sentía que no era merecedor de Dios, ella no pareció
estar muy sorprendida.
«¡Por
supuesto que no!», exclamó ella. «Tú nunca te sentiste merecedor de tu propio
padre y todos los predicadores que he conocido dicen que la relación de un
hombre con su padre impacta de gran manera la relación con su Padre celestial».
«Probablemente tengas razón», admití.
Esperaba
que fuese así de sencillo. Medité en esto una y otra vez mientras recordaba los
días de mi juventud.
¿Qué
clase de hombre eres?
Mi
padre, un tipo fuerte y bien parecido, fue campeón de lucha libre en la
universidad y un perro feroz en los negocios. En mi gran anhelo por ser como
él, comencé a luchar en la escuela intermedia. Pero los mejores luchadores son
«asesinos por naturaleza», y yo no poseía el corazón de un luchador.
Mi padre era entrenador de lucha en la
escuela superior de nuestro pequeño pueblo de Alburnett, Iowa. Y aunque solo
estaba en la escuela intermedia, su deseo era que luchara contra muchachos
mayores que yo, por lo tanto, me llevaba a las prácticas en la escuela
superior.
Cierta tarde estábamos practicando métodos
de escape y mi compañero se encontraba en la posición de abajo. Mientras
luchábamos en la estera, él sintió deseos de soplar su nariz. Se enderezó, se
llevo la camiseta a la nariz y violentamente vació todo su contenido en el
frente de la camiseta. Enseguida regresamos a la lucha. Como el hombre que
ocupaba la posición de arriba, yo tenía que mantenerlo fuertemente agarrado. Al
agarrarlo por la cintura pasé mis manos por su babosa camiseta. Sentí tanto
asco que solté el amarre y lo dejé escapar.
Papá, al ver que mi compañero se
escapó con tanta facilidad, me puso como un trapo. «¿Qué clase de hombre
eres?», rugió. Bajé la cabeza mirando la estera y reconocí que si hubiera
tenido el corazón de un luchador, me hubiera esforzado por mantener fuertemente
amarrado a mi contrincante y en represalia hasta quizá hundirle el rostro
contra la estera, en represalia. Pero no lo hice.
A pesar de todo deseaba complacer a mi
padre, así que participé en otros deportes. En cierto juego de béisbol y
después de haberme ponchado, recuerdo que regresé cabizbajo al banco de los
jugadores. «jAlza la cabeza!» vociferó para que todos lo oyeran. Me sentí
humillado. Después de este incidente me escribió una larga carta en la que
detallaba todos los errores que yo había cometido.
Años más tarde, después de mi
matrimonio con Brenda, mi padre pensó que ella tenía demasiado control en
nuestro matrimonio. «Los verdaderos hombres ejercen control en sus hogares»,
me dijo.
El
monstruo
Ahora,
mientras Brenda y yo dialogamos sobre mi relación con mi padre, ella sugirió
que podría beneficiarme de un asesoramiento. «Lo cieno es que no te va a hacer
ningún daño», dijo ella.
Así que decidí leer varios libros y
escuchar el consejo de mi pastor, y mejoraron los sentimientos hacia mi padre.
Pero durante los servicios de adoración dominical seguí sintiéndome distanciado
de Dios.
La verdadera razón para tal
distanciamiento comenzó a manifestarse poco a poco: En mi vida había indicios
de inmoralidad sexual. A mi alrededor había un monstruo al acecho y todos los
domingos por la mañana salía a la superficie cuando me sentaba en mi cómodo
sillón y abría el periódico dominical. De inmediato buscaba las hojas sueltas
que añaden al periódico y comenzaba a hojear las que procedían de las tiendas
por departamentos que estaban llenas de modelos posando en sostenes y bragas.
Siempre sonrientes. Siempre disponibles. Disfrutaba el tiempo que pasaba
admirando cada anuncio. Está mal, admitía, pero es algo tan insignificante.
No es nada en comparación con Playboy, me decía.
Miraba
las bragas con detenimiento, dando rienda suelta a mis fantasías. A veces, una
de las modelos me hacía recordar a una chica que conocí en el pasado y en mi
mente reavivaba los recuerdos de los momentos que disfrutamos juntos. Sin duda
alguna disfrutaba el tiempo que pasaba leyendo el periódico dominical.
Al examinarme con mayor detenimiento
encontré que en mi vida había mucho más que un indicio de inmoralidad sexual.
Hasta mi sentido del humor lo reflejaba. A veces, una inocente frase dicha por
una persona, incluso de nuestro pastor, me chocaba con doble sentido sexual. O
me reía entre dientes, aunque me sintiera incómodo.
¿Por qué estos pensamientos de doble
sentido vienen a mi mente con tanta facilidad? ¿Debe la mente de un cristiano
crearlos con tanta ligereza?
Recordé que la Biblia dice que, tales
cosas ni siquiera deben mencionarse entre los santos. ¡Soy peor. .. hasta
me río de ellas!
¿Y mis ojos? Eran famélicos buscadores
del ardor explorando el horizonte, enfocándose en todo lo blanco que poseyera
ardor sensual. Madres jóvenes vistiendo pantalones cortos y que se inclinan
para sacar a sus hijos del asiento trasero de sus autos. Solistas vistiendo
blusas de seda. Escotados vestidos de verano.
Mi mente también corría por doquier
con voluntad propia. Esto comenzó durante mi niñez cuando encontré revistas de Playboy
debajo de la cama de mi papá. Él también se había suscrito a la revista
«Desde el sexo a los sexentas», una publicación repleta de chistes y
caricaturas sobre temas sexuales. Cuando mi papá se divorció de mi mamá y se
mudó a su departamento de «soltero», hizo colgar en la sala un gigantesco
cuadro de una mujer desnuda, el cual era imposible pasar por alto mientras
jugábamos a las barajas durante nuestras visitas de los domingos por la tarde.
Papá me había dejado una lista de
quehaceres que debía desempeñar cuando estuviera en su departamento. En cierta
ocasión, encontré una foto de su amante desnuda. Otra día encontré un
dispositivo de cerámica que medía ocho pulgadas, y que obviamente usaba durante
sus pervertidos «juegos sexuales».
Esperanza
para el incurable
Todos
estos asuntos sexuales se revolvieron en lo más profundo de mi ser, destruyendo
la pureza que durante muchos años no me sería devuelta. Al ingresar en la
universidad, casi al instante, me vi sumido en un mar de pornografía. Y hasta
había memorizado la fecha en que mis revistas favoritas llegaban a la farmacia
local. Especialmente me gustaba la sección titulada «La chica del vecindario»
de la revista Galería, en la que se publicaban las fotos que los novios de
estas chicas les tomaban.
Lejos de mi hogar y sin
apuntalamientos cristianos, descendí a través de pequeños pasos hasta un foso
sexual. La primera vez que tuve relaciones sexuales fue con una chica con la
que yo sabía que me iba a casar. La próxima vez fue con una chica con la
que yo pensaba que me iba a casar. Y la próxima fue con una buena amiga,
a la que podría aprender a amar. Y después fue con una joven a quien
casi no conocía, pero que sencillamente deseaba conocer sobre la relación
sexual. A la larga, tuve relaciones con cualquiera y en cualquier momento.
Después de cinco años en California,
me vi con cuatro novias «fijas» a la vez. Dormía con tres de ellas y en esencia
estaba comprometido para casarme con dos de las cuatro novias. Ninguna de
ellas conocía a las demás. (Hoy en día, en las clases de preparación para el
matrimonio que dirijo, con frecuencia les pregunto a las mujeres qué pensarían
de un hombre que está comprometido con dos mujeres. Mi respuesta favorita: «¡Es
un cerdo incurable!» Y yo era un incurable, viviendo en una pocilga.)
¿Por qué digo todo esto?
Primero,
para que sepan que entiendo lo que significa estar sexualmente atrapado en un
profundo foso. Segundo, quiero, darte esperanzas. Y como pronto verás, Dios
trabajó conmigo y me sacó de ese foso.
Si
en tu vida hay, aunque solo sea un indicio de inmoralidad sexual, Él también
trabajará contigo.
capítulo
2
Pagar
el precio
De
Fred: Saber
a quién llamar
A
pesar del profundo abismo donde me encontraba durante mis años de soltero, no
me percaté de que algo andaba mal en mi vida. Por supuesto, asistía a la
iglesia esporádicamente y de vez en cuando las palabras del pastor traspasaban
mi duro corazón. Pero, ¿quién era él? Además, yo amaba a mis novias y razonaba:
No estoy hiriendo a nadie.
Pasado un tiempo mi padre se volvió a
casar y cuando venía de visita a casa, en el estado de Iowa, mi madrastra de
vez en cuando me llevaba casi a empujones al Templo del Evangelio localizado al
otro lado del río en la ciudad de Moline, estado de Illinios. Allí el evangelio
se predicaba con claridad, pero a mi parecer todo aquel panorama era claramente
ridículo. A menudo me reía con cinismo y decía: ¡Todos están locos!
Después de graduarme en la Universidad
Stanford con altos honores en sociología, decidí aceptar una oferta de empleo
en San Francisco como asesor de inversiones. Cierto día primaveral, durante el
mes de mayo, me quedé en la oficina trabajando hasta tarde. Todos se habían
marchado a sus hogares dejándome a solas con varios pensamientos perturbadores.
Hice girar la silla en la que estaba sentado y coloqué los pies encima del
aparador mientras observaba una típica y grandiosa puesta de sol californiana.
Aquella
tarde, mientras el sol se escondía tras el horizonte, pude de pronto apreciar
con toda claridad en lo que me había convertido. Lo que percibí fue algo
irremediablemente feo. En el pasado estuve ciego, pero ahora podía ver. Al
instante me percaté de la profunda necesidad que tenía de un Salvador. Y gracias
al Templo del Evangelio en Moline, sabía a Quién acudir. Aquel día mi oración
brotó de la sencillez de un corazón seguro: «Señor, estoy listo para trabajar
contigo, si es que tú estás listo para trabajar conmigo».
Me puse de pie y salí de la oficina,
sin saber cabalmente lo que acababa de hacer. Pero Dios sí lo sabía y de pronto
me pareció como si todo el cielo se hubiera trasladado a mi vida. En espacio
de dos semanas conseguí empleo en el estado de Iowa, y frente a mí tenía toda
una vida. ¡Y sin novias!
Me
sentía bien
De
regreso en Iowa comencé a participar en una clase de matrimonios que dirigía
Joel Budd, pastor asociado de mi nueva iglesia. Pronto reconocí que no sabía
nada en cuanto al trato adecuado a las mujeres. Quizá fue porque mis padres
estaban divorciados y nunca tuve en casa el modelo de una relación amorosa. Sin
embargo, creo que tal vez fue por causa de mi egoísmo y pecado sexual. Todo lo
que conocía sobre las mujeres lo aprendí a través de relaciones sexuales
pasajeras y citas amorosas casuales.
Durante el transcurso del año bajo las
enseñanzas de Joel no salí ni en una sola cita amorosa. ¡Es probable que fuera
el único hombre en la historia que participaba en una clase de matrimonios sin
salir ni una sola vez en una cita! Pero justo antes de cumplir el término de
los doce meses, hice esta sencilla oración: «Señor, he participado en esta
clase durante casi un año, y he aprendido mucho sobre las mujeres, pero no
estoy seguro de haber presenciado tales cosas en la vida real. En realidad
nunca conocí jóvenes cristianas. Por favor, muéstrame una mujer que
personifique estas características piadosas».
No estaba pidiendo una cita, ni una
novia ni una esposa. Solo deseaba ver esta enseñanza puesta en práctica, en la
vida real, y de esa manera entenderla mejor.
Dios hizo mucho más que eso. Una
semana más tarde me presentó a Brenda, mi futura esposa, y nos enamoramos.
De acuerdo con nuestro compromiso con
Cristo, Brenda y yo decidimos mantenemos puros antes del matrimonio. Ella era
virgen y yo deseaba serio. No obstante, sí nos besamos y ¡qué maravilloso!
¡Nuestros choques labiales fueron maravillosos! Esta fue mi primera experiencia
con algo que más adelante descubriría con mayor profundidad: la remuneración
físicamente gratificante que procede de la obediencia a las normas sexuales que
Dios estableció.
En una canción que se hizo muy popular
durante mi último año universitario, el cantante se lamentaba de no recordar
cómo solía ser cuando un beso se consideraba como algo especial. En ese momento
de mi vida las letras de la canción resonaron con tristeza en lo más profundo
de mi ser, porque para mí un beso no tenía mayor importancia. Era un triste
requisito previo al coito. Algo andaba profundamente mal.
Pero ahora, después de negarme durante
tanto tiempo, un sencillo beso de Brenda se convirtió de nuevo en algo emocionante.
Y para un viejo-cerdo-sexual como yo, esto era algo completamente inesperado.
Mientas Dios continuaba obrando en mi
vida, Brenda y yo nos casamos, celebramos nuestra luna de miel en el estado de
Colorado y nos mudamos a un nuevo edificio de departamentos a orillas de un campo
de maíz en un suburbio de la ciudad de Des Moines. ¿Era esto el cielo? Realmente
pensaba que sí lo era.
Pasó el tiempo y al principio me
sentía muy bien. Mientras que en el pasado estuve comprometido con dos mujeres
a la vez, ahora estaba felizmente casado con una. Mientras que en el pasado
estuve hundido en un mar de pornografía, no había comprado una sola revista
pornográfica desde el día de mi boda. Esto era muy notable, luego de considerar
mi trayectoria pasada.
Lejos
de la meta
Me
involucré de lleno en mi carrera de ventas y en mis puestos de liderazgo en la
iglesia. Entonces me convertí en papá. Lo disfruté todo con gran emoción y mi
imagen de creyente relucía más y más brillante.
Según las normas del mundo, yo era
todo un éxito. Excepto por un pequeño problemita. De acuerdo con las normas de
pureza sexual que Dios estableció, ni siquiera me acercaba a la vivencia diaria
de lo que era su visión para el matrimonio. Había dado certeros pasos hacia la
pureza sexual, pero aprendía que las normas divinas eran mucho más altas de lo
que jamás me imaginé y que las expectativas de mi Padre hacia mí, superaban
todos mis sueños.
Pronto reconocí que me hallaba
bastante lejos de la meta de santidad que Dios trazó. Todavía me deleitaba en
las hojas sueltas donde aparecían modelos semidesnudas, todavía luchaba con
pensamientos de doble sentido y las miradas ardientes. Mi mente continuaba
soñando despierta y tenía fantasías con antiguas novias. Esto era mucho más que
un simple indicio de inmoralidad sexual.
Estaba pagando el precio y las cuentas
se me iban acumulando. Primero, no podía mirar a Dios a cara descubierta. Nunca
podía adorado plenamente. Y como soñaba estar con otras mujeres, y hasta cierto
modo disfrutaba el recuerdo de las conquistas sexuales del pasado, sabía que
era un hipócrita y, por lo tanto, continuaba sintiéndome distanciado de Dios.
Las personas a mi alrededor no estaban
de acuerdo conmigo y me decían: «¡Vamos, hombre! ¡Por amor al cielo, nadie
puede controlar la vista ni la mente! ¡Dios te ama! El problema debe ser otro».
Pero yo sabía que no era así.
Mi vida de oración era muy endeble. En
cierta ocasión mi hijo se enfermó y tuvimos que correr con él a la sala de
urgencia. ¿Me apresuré a orar en ese momento? No. Lo único que pude hacer fue
apresurar a otros para que oraran por mí. «¿Llamaste al pastor para que ore?»
le pregunté a Brenda. «¿Llamaste a Ron? ¿Llamaste a Red para que ore?» A causa
de mi pecado no tenía fe en mis oraciones.
Mi fe también era muy
débil en otras esferas. Si como vendedor a comisión y ante la competencia
perdía varios negocios seguidos, no podía estar seguro de si la causa de tal
revés era de alguna manera mi pecado. No tenía paz.
Estaba
pagando el precio de mi pecado.
Mi matrimonio también estaba
sufriendo. A causa de mi pecado no me podía comprometer con Brenda al ciento
por ciento porque temía que en el futuro me dejara. Eso le robó intimidad a
Brenda. Pero eso no era todo. Brenda me confesó que tenía unos sueños pavorosos
en los que Satanás la perseguía. ¿Acaso mi inmoralidad privaba a mi esposa de
la protección espiritual?
Mi
esposa estaba pagando un precio.
En la iglesia no era más que un traje
vacío. Acudía allí con una desesperada necesidad de perdón y de que me
ministraran. Nunca llegué a la iglesia listo para ministrarles a los demás. Por
supuesto, mis oraciones en la iglesia no eran más efectivas que en cualquier
otro lugar.
Mi
iglesia estaba pagando un precio. .
Recuerdo que escuché un sermón en el
que el pastor habló sobre el «pecado generacional», los patrones de pecado que
heredan los hijos de sus padres (Éxodo 34:7). Y mientras estaba sentado en el
banco de la iglesia recordé que durante la Gran Depresión mi abuelo dejó sola a
su esposa criando a sus seis hijos. Mi padre dejó a su familia para
involucrarse en múltiples relaciones sexuales. Y ese mismo patrón lo heredé yo,
de lo cual di evidencia al involucrarme en múltiples relaciones en la universidad.
Y aunque salvo, reconocí ahora que aún no había solucionado este asunto de la
pureza en mi vida, y me amedrentaba pensar que le traspasara a mis hijos el
mismo patrón.
Mis
hijos podrían pagar un precio.
Finalmente
logré establecer la relación que existía entre mi inmoralidad sexual y mi
distanciamiento con Dios. Estaba pagando enormes penalidades en cada esfera de
mi vida. Al eliminar los adulterios y la pornografía visible, ante todos tenía
una apariencia pura pero ante Dios, estaba muy lejos de la meta. Sencillamente
había encontrado un nivel medio entre el paganismo y la obediencia a las
normas establecidas por Dios.
Desesperación
Dios
deseaba mejores cosas para mí. Me había librado del foso, pero dejé de moverme
hacia Él. Después de ver los precios que estaba pagando y cuán distante estaba
de Dios, decidí que había llegado el momento de acercarme más a Él.
Pensé que el peregrinaje sería fácil.
Después de todo, había decidido eliminar la pornografía y las aventuras
amorosas, y ya ninguna de estas existía. Pensé que con esa misma facilidad acabaría
con el resto de esta basura sexual.
Pero no pude. Todas las semanas me
decía que no debía mirar las publicaciones insertadas, pero todos los domingos
por la mañana me seducían las notables fotos. Todas las semanas me juraba que
durante los viajes de negocios evitaría mirar las películas con contenido
sexual, clasificadas- R (para personas mayores de dieciocho años), pero todas
las semanas fallaba a mi promesa, me enfrascaba en fuertes luchas y siempre
perdía. Cada vez que en la calle veía a una llamativa corredora, me prometía no
volverlo a hacer. Pero siempre lo hacía.
Lo que había hecho era simplemente
intercambiar la pornografía de revistas como Playboy y Gallery, por
la pornografía de los anuncios en las hojas sueltas de los periódicos y demás
revistas. ¿Y las aventuras amorosas? Simplemente intercambié las relaciones
amorosas físicas por relaciones y fantasías mentales, relaciones amorosas de
los ojos y del corazón. El pecado permaneció porque en realidad nunca cambié,
nunca rechacé el pecado sexual y nunca escapé de la esclavitud sexual.
Simplemente hice un intercambio de amos.
Pasaron
dos meses y luego dos años. La distancia entre Dios y yo se hizo cada vez
mayor, aumentaron las cuentas por pagar y mi impureza continuó gobernándome.
Con cada fracaso mi fe menguó un poco más. Cada pérdida desesperante causó en
mí mayor desesperación. Y aunque siempre podía decir que no, nunca fue un no
rotundo.
Algo me tenía apresado, algo que
rehusaba soltar, algo maligno. Al igual que Steve, finalmente encontré plena
libertad. y desde entonces, Steve y yo hemos tenido la oportunidad de hablar
con hombres que se encuentran atrapados en fosos de sensualidad. Atrapados y
desesperados por ser libres, sus historias conmueven el corazón. Luego de
conocer mi historia, quizá te puedas identificar con los hombres de las
próximas páginas.
capítulo
3
¿Adicción
o algo más?
Antes
de experimentar la victoria del pecado sexual, los hombres se sienten
doloridos y confundidos. ¿Por qué no puedo vencer esto?, piensan. Y
según continúa la batalla y se acumulan las derrotas comenzamos a dudado todo
respecto a nosotros mismos, inclusive nuestra salvación. En el mejor de los
casos pensamos que estamos profundamente dañados y en el peor de los casos,
que somos profundamente malvados. Nos sentimos muy solos, ya que como hombres
no hablamos mucho sobre estos asuntos.
Pero no estamos solos. Son
muchos los hombres que han caído en sus propios fosos sexuales.
De
Fred: ¿Te das cuenta?
Estas
caídas ocurren con gran facilidad, ya que gran parte de la inmoralidad sexual
en nuestra cultura es tan sutil, que a veces no la reconocemos como lo que en
realidad es.
Cierto día un compañero llamado Mike
me habló de alquilar en vídeo la película Forrest Gump. «¡Hombre, es
una gran película!», exclamó. «La actuación de Tom Hanks fue brillante. Desde
el principio hasta el final me lo pasé llorando y riéndome. Yo sé que tú y
Brenda alquilan buenas películas para tus hijos. Deberían alquilar esta. Es una
película buena y sana».
«No.
No traeremos Forrest Gump a la sala de nuestra casa», le respondí.
Sorprendido
ante mi reacción, Mike preguntó: «¿Pero por qué? ¡Es una gran película!»
«Bien, ¿recuerdas al principio de la
película esa escena en la que Salir Field tiene relaciones sexuales con el
director para lograr que su hijo se matriculara en la "escuela
correcta?"» «Aahhh. . . »
«¿Y qué de los senos desnudos en la
fiesta de fin de año? ¿Y la actuación del guitarrista desnudo? y al final de la
película, cuando finalmente Forrest "atrapó" a la chica en la
escena de relación sexual, y ella concibió un hijo fuera del matrimonio. ¡Esas
no son las clases de cosas que deseo mostrarles a mis hijos!»
Mike se dejó caer en una silla. «Creo
que hace tanto tiempo que he estado viendo películas, que ni siquiera noté
tales cosas».
¿Te das cuenta? Piensa en esto.
Imagínate que dejas a tus hijos en casa de los abuelos durante el fin de semana
y decides mirar Forrest Gump junto con tu esposa. Alquilas el vídeo, preparas
una bolsa de palomitas de maíz, te acurrucas al lado de ella y echas a correr
la película. Después de muchas risas y sollozos, ambos deciden que Forrest
Gump fue una gran película.
Pero lo que recibiste de la película
fue mucho más que un entretenimiento, ¿no crees? ¿Recuerdas los gruñidos y los
jadeos entre Salir Field y el director de la escuela? Yen la próxima escena
cuando Salir Field apareció en pantalla, ¿le echaste un rápido vistazo de
arriba abajo y te preguntaste cómo sería estar con ella debajo de las sábanas?
Mientras lo estás pensando tienes el brazo alrededor de tu esposa. Y luego,
cuando ambos se retiran a la alcoba para un poco de «acción» entre esposos,
reemplazas el rostro de tu esposa por el de Salir Field, y te preguntas por qué
razón no podría ella hacerte gruñir y jadear igual que al director.
«¡Por favor!», replicas. «Ese tipo de
cosa ocurre todo el tiempo». Quizá tengas razón, pero escucha las inquietantes
palabras de Jesús: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para
codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5:28).
A
la luz de las Escrituras, cosas insignificantes como objetar respecto a Forrest
Gump, tal vez no sean pequeños entrometimientos legalistas como a veces
pensamos. Tales influencias sutiles, añadidas a lo largo del tiempo a cientos
de otras «pequeñeces», presentan mucho más que un mero indicio de inmoralidad
sexual en nuestra vida. Y muy pronto, el efecto deja de ser tan sutil y
divertido.
Luchas
por doquier
Permítannos
contarles algunas historias.
Thad se está recuperando de la
adicción a las drogas en un ministerio local cristiano. «Me he esforzado en
arreglar mi vida», nos dijo. «En el centro de rehabilitación aprendí mucho
sobre mí mismo y sobre mi adicción a las drogas. Eso es lo que esperaba y por
esa razón fui allá. Pero descubrí algo nuevo e inesperado: tengo problemas con
la lascivia y la impureza.
»Quiero ser libre, pero me
estoy llenando de frustración y enojo en contra de la iglesia. La Biblia dice
que las mujeres deben vestir modestamente, pero no lo hacen. Las cantantes
siempre visten lo último, lo más ajustado en las modas. Las miro y todo lo que
veo son curvas y piernas. ¿Observaste la que siempre se viste con una abertura
que le sube hasta la parte superior del muslo? Ese muslo relampaguea con cada
paso que da. ¡Me llena de ira! ¿Por qué lo hacen más difícil para nosotros?»
Howard, un maestro de la Escuela
Dominical, describió un suceso que cambió su vida mientras estaba en la escuela
intermedia. «Me dirigía a casa cuando Billy y yo nos detuvimos en la tienda
para comprar algo de tomar. En realidad Billy no era de mi agrado, pero sentía
lástima por él. No tenía muchos amigos y se esforzaba mucho tratando de ganar
algunos amigos. De camino a la tienda me habló de algo llamado masturbación.
Nunca antes había escuchado esa palabra y él me explicó de qué se trataba. Me
dijo que todos los chicos la experimentaban.
»No dejé de pensar en lo que me dijo y
esa noche decidí experimentar. ¡Ya pasaron quince años y no paso más de una
semana sin masturbarme!
»Siempre pensé que el matrimonio
quitaría el deseo, pero no ha sido mejor y me siento muy avergonzado. No tanto
por el acto mismo, sino por las cosas en las que pienso y las películas que veo
mientras lo hago. Sé que es adulterio».
Joe nos contó que le encanta el
voleibol playero femenino. «Durante las noches tengo sueños sorprendentemente
gráficos con esas mujeres», nos confió. «Algunos de estos sueños son tan
excitantes y reales que al otro día me despierto seguro de haber estad9
en la cama con ellas. Agobiado por la culpa comienzo a preguntarme dónde está
mi esposa, seguro de que me ha dejado por causa de esta aventura amorosa y
preocupado pensando cómo pude hacer tal cosa. Por último, al ir aclarándose mi
mente, lentamente vuelvo a reconocer que era solo un sueño. Pero aun así
me siento incómodo. ¿Quieres saber por qué? Porque aunque sepa que solo fue un
sueño, no estoy tan seguro de que no fuera un tipo de adulterio».
Wally, un hombre de negocios y
frecuente viajero, nos dijo que le tiene pavor a los hoteles. «Siempre disfruto
de una cena larga y sin prisa», nos dice él, «dilato la hora de regresar a mi
habitación porque sé lo que me espera. No pasa mucho tiempo antes de verme con
el control remoto del televisor en mi mano. Me digo que solo será por un breve
minuto, pero sé que miento. Sé lo que realmente deseo. Espero captar alguna
escena sexual breve, o dos, mientras cambio los canales. Me digo que solo miraré
durante un breve instante o que detendré todo antes de que me emocione
demasiado. Entonces se enciende mi motor interno y aumenta el deseo por ver
más, hasta el punto de a veces encender el canal pornográfico.
»El nivel de revoluciones por minuto
es tan elevado que debo hacer algo, o siento como si fuera a explotar el motor.
Así que me masturbo. En pocas ocasiones batallo en contra de tales deseos, pero
si lo hago, después que apago las luces me inundan pensamientos y deseos
lascivos. Abro mis ojos y miro hacia el techo. No veo nada, pero literalmente
siento el bombardeo, el palpitante deseo. No puedo conciliar el sueño, yeso me
está matando. Entonces digo: "Está bien, si me masturbo, estaré en paz y
finalmente podré dormirme". Entonces lo hago, y ¿sabes una cosa? la culpa
es tan abrumadora que todavía no me puedo dormir. Por la mañana me
levanto completamente exhausto.
»¿Qué me pasa? ¿Tienen otros hombres
este mismo problema? La realidad es que temo preguntar. ¿Y qué si no todos son
como yo? ¿Qué se podría entonces decir de mí? Peor aun, ¿qué tal si
todos fueran como yo? ¿Qué se podría decir entonces de la iglesia?»
Todos los días John se levanta muy
temprano para ver los programas de ejercicio matutino, aunque en realidad su
estado físico no le interesa mucho. «Lo cierto es», dijo John, «que me siento
casi obligado a mirar las imágenes en primer plano de las nalgas, los
senos y especialmente la parte interior de los muslos y codicio, codicio y
codicio lascivamente. A veces me pregunto si los productores que muestran tales
imágenes de cerca, solo están tratando de "enganchar" a los hombres
para que vean sus programas.
»Todos los días me digo que esta será
la última vez. Pero al amanecer del siguiente día, de nuevo me encuentro frente
al televisor».
Estos hombres no son extraños, sino
tus vecinos, tus compañeros de trabajo... hasta tus parientes. Ellos son lo
que tú eres. Son los maestros de la Escuela Dominical, los ujieres y los
diáconos. Ni siquiera los pastores son inmunes. Un joven pastor nos detalló
entre lágrimas su ministerio y gran deseo por servir al Señor, y de una manera
profundamente conmovedora expresó la devoción que sentía en cuanto a su
llamado. Pero sus lágrimas se convirtieron en desgarradores sollozos al
mencionar su esclavitud a la pornografía. Su espíritu estaba presto, pero su
carne era débil.
Dar
vueltas en los ciclos
¿Y
qué podemos decir de ti? Tal vez sea cierto que cuando tú y una mujer llegan a
una puerta simultáneamente esperas para dejarla entrar primero, pero no
motivado por el honor. Quieres seguirla mientras sube las escaleras y mirarla
de arriba abajo. Entre las citas quizá manejes tu auto alquilado por el
estacionamiento de un gimnasio local mirando a las mujeres ligeramente
vestidas que entran y salen del establecimiento mientras das rienda suelta a la
lascivia, las fantasías y tal vez hasta te masturbes dentro del auto. Es
posible que no puedas mantenerte alejado de la Sexta Avenida donde las
prostitutas ejercen sus oficios. Por supuesto, jamás emplearías a una de ellas.
O quizá en tu casa nunca compres la revista Playboy, pero cuando estás
en un viaje de negocios no puedes evitar hacerla.
Sigues enseñando en la Escuela
Dominical, sigues cantando en el coro y sigues apoyando a tu familia. Eres fiel
a tu esposa. . . bueno, por lo menos no te has involucrado en una verdadera
relación física. Estás prosperando, vives en una linda residencia con buenos
autos, buena ropa y un gran futuro por delante. Piensas: Todos me ven como
un modelo. Estoy bien.
En privado, sin embargo, tu conciencia
se oscurece hasta que casi no puedes distinguir entre el bien y el mal y miras
las cosas como la película Forrest Gump sin notar la sexualidad. Te
ahogas en la prisión sexual que tú construiste, preguntándote a dónde fueron a
parar las promesas de Dios. Año tras año das vueltas en los mismos ciclos
pecaminosos.
Y
la adoración te causa molestia. El tiempo de oración. El distanciamiento,
siempre el distanciamiento de Dios.
Mientras
tanto, tu pecado sexual permanece tan constante como las manecillas de un
reloj.
Rick, por ejemplo, camina por los
pasillos a la hora de la merienda solo para echar un vistazo a través de las
puertas de cristal de la otra oficina, en la que una secretaria con grandes
senos atiende las llamadas telefónicas y recibe a los clientes. «Todos los días
a las 9:30 la saludo y ella me sonríe», dice él pensativo. «Es hermosa, y su
ropa... pues digamos que realmente realza sus mejores cualidades. No conozco su
nombre, pero hasta me deprimo cuando se ausenta del trabajo».
De
manera similar, Sid se apresura por llegar a casa todos los días a las 4:00
p.m. durante la temporada del verano. Esa es la hora en que su vecina Ángela
toma baños de sol en el patio, frente a su ventana. «A las cuatro de la tarde
se acuesta vistiendo su biquini, y ni siquiera sabe que la puedo ver. Puedo
mirar y deleitarme hasta el máximo. Es tan sensual que casi no puedo contenerme
y me masturbo todos los días al veda».
Toma
esta prueba
¿Son
adictos estos hombres? Los fuertes y compulsivos deseos sexuales son en
realidad una evidencia convincente.
Aquí hay una pequeña prueba que puedes
tomar. No necesitas un lápiz; lo único que necesitas es ser sincero contigo
mismo. Contesta «sí o no» a las siguientes preguntas:
1. ¿Te concentras fijamente cuando una
mujer atractiva se acerca a ti?
2. ¿Te masturbas imaginando a otras
mujeres?
3. ¿Consideras que tu esposa es menos
que satisfactoria sexualmente?
4. ¿Albergas algún resentimiento en
contra de tu esposa, un resentimiento que te da un sentido de derecho?
5. ¿Buscas en las revistas o
periódicos los artículos o fotos que te sean sexualmente estimulantes?
6. ¿Tienes un lugar o compartimiento
secreto que mantienes escondido de tu esposa?
7. ¿Anhelas con ansiedad salir en
viajes de negocio?
8. ¿Tienen comportamientos que no
puedes comentar con tu esposa?
9. ¿Visitas con frecuencia sitios
pornográficos en internet?
10. ¿Ves películas clasificadas R (para mayores
de dieciocho años), videos sensuales o el Canal VH1 en busca de gratificación?
Si respondiste afirmativamente a
cualquiera de estas preguntas, estás al acecho de la puerta que lleva hacia la
adicción sexual. Te encuentras dentro de dicha puerta si respondes afirmativamente
a las siguientes preguntas:
1. ¿En tu casa o mientras te
encuentras de viaje miras canales de televisión por pagar que son
explícitamente sexuales?
2. ¿Compras pornografía a través de
internet?
3.
¿Alquilas películas para adultos?
4.
¿Miras mujeres que bailan desnudas?
5.
¿Llamas a los números 900 en busca de excitación sexual por teléfono?
6.
¿Te gusta espiar a mujeres desnudas?
Si respondiste afirmativamente a las
últimas seis preguntas, es muy probable que seas un adicto sexual. Cuando en
Tito 2:3 se nos exhorta para que no seamos «esclavos del vino», la palabra
griega que se usa para «esclavos» significa uno que es llevado cautivo como un
esclavo. Si crees que eres esclavo de tus pasiones sexuales, entonces
necesitas buscar ayuda para tu adicción dialogando con un consejero o
terapeuta. (Puedes llamar gratis all-800-NEW-LIFE (639-5433) y solicita las
opciones de tratamiento. Una de estas opciones es un programa para adictos
sexuales llamado el New Liberty Program [Nuevo Programa Libertad].
De
Steve: ¿Fuerte
apetito o adicción?
Antes
de continuar, quiero aclarar que es fácil confundir la conducta y el deseo
sexual normal con la compulsión y la gratificación adictivas. Una persona
puede tener un apetito sexual mayor de lo normal y no ser un adicto.
En mi libro Addicted to «Lo ve» [Adictos
al «amor»], escribí sobre las características de la adicción sexual. A
continuación aparece un resumen de estas características. Lee la lista para ayudarte
a distinguir entre la adicción sexual y el apetito sexual que es más fuerte de
lo que se considera normal:
- La actividad sexual adictiva se hace en aislamiento y carece de toda relación. Esto no significa que se tenga que hacer mientras se encuentra físicamente solo. Más bien quiere decir que el adicto se encuentra mental y emocionalmente separado o aislado de la relación y el contacto humanos. La adicción sexual tiene que ver con el acto sexual por sí solo. Es la actividad sexual separada de la auténtica interacción de las personas. Esto se hace más claro en relación con la fantasía, la pornografía y la masturbación, pero aun cuando el individuo tiene relaciones sexuales con su pareja, esta en realidad no es una «persona», sino un número cualquiera, una parte intercambiable en un proceso impersonal, casi mecánico. El más íntimo y personal de los comportamientos humanos se vuelve absolutamente impersonal.
- La actividad sexual adictiva es reservada. En realidad, el adicto sexual desarrolla una vida doble, practicando la masturbación, frecuentando las tiendas de pornografía y salones de masajes, mientras esconde lo que hace ante los demás y, en cierto modo, hasta de sí mismo.
- La actividad sexual adictiva carece de intimidad. El adicto sexual es totalmente egocéntrico y no puede lograr la intimidad genuina porque la obsesión que tiene con sus propias necesidades no deja lugar para darle a los demás.
- La actividad sexual adictiva produce víctimas. La obsesión abrumadora de la gratificación de sus propios deseos ciega al adicto y le impide ver el efecto perjudicial que su comportamiento tiene sobre los demás y sobre sí mismo.
- La actividad sexual adictiva termina en insatisfacción. Cuando las parejas casadas hacen el amor se sienten satisfechas de haber tenido esa experiencia. La actividad sexual adictiva deja a los participantes con una sensación de culpa, lamentando la experiencia. En vez de 5er un acto que les produzca satisfacción, los hace sentirse más vacíos.
- La actividad sexual adictiva se usa para escapar del dolor y de los problemas. La naturaleza escapista del adicto, a menudo es uno de los indicadores más claros de que la adicción está presente.
Como cualquier otra adicción, la
adicción sexual es progresiva. Tal y como alguien lo describió, es como el «pie
de atleta mental». Nunca desaparece. Siempre pide que lo rasquen, prometiendo
alivio. Rascado, sin embargo, causa dolor e intensifica el picor.
De
Fred: Un
rayo
Tener «un pie de atleta mental» era
precisamente como yo me sentía. Recuerdo con claridad las luchas internas entre
las consecuencias de mi pecado y el placer. Recuerdo cuando por último esas
consecuencias llegaron al punto en que el placer del pecado ya no valía la
pena.
Pero,
¿calificaba yo como «adicto»?
Cuando
leí la descripción de un autor sobre un ciclo de adicción de cuatro pasos
-preocupación, ritualización, conducta sexual compulsiva y desesperación- supe
que yo había vivido ese patrón. Estaba seguro de que lo había experimentado y
lo que estos otros hombres habían vivido, era adicción.
Pero
un rayo me golpeó cuando el autor bosquejó los tres niveles de adicción (no
olvides que este no era un libro cristiano):
Primer
nivel: Contiene
comportamientos que se consideran normales, aceptables o tolerables. Entre los
ejemplos está la masturbación, el homosexualismo y la prostitución.
Segundo nivel: Conductas que son
claramente abusivas y para las cuales se imponen las sanciones legales. Por lo
general se consideran como fastidiosas ofensas, tales como el exhibicionismo o
el voyerismo.
Tercer nivel: Comportamientos que
conllevan graves consecuencias para las víctimas y consecuencias legales para
los adictos, tales como el incesto, el abuso sexual infantil y la violación.
¿Leíste la lista con detenimiento?
¿Notaste que los ejemplos del Primer nivel no solo incluyen la masturbación,
que la mayoría de los hombres a veces practican, sino también el homosexualismo
y la prostitución? Estaríamos dispuestos a apostar que la mayoría de los hombres
que están leyendo este libro no participan en actos homosexuales ni usan
prostitutas. De acuerdo con la definición antes mencionada es posible que
después de todo no seamos adictos.
Pero si no somos adictos, ¿entonces
qué somos?
De
Steve: «Adicción
fraccionaria»
Antes
de contestar esta pregunta, vamos a meditar nuevamente en estos «tres niveles
de adicción» tal y como se describieron anteriormente. Desde nuestra
perspectiva cristiana vamos a insertar otro nivel al final de la escala de
adicción. Si catalogamos el ser completamente puro y santo en el nivel
cero, la mayoría de los hombres cristianos que conocemos se podría colocar en
algún sitio entre el Nivel O y el Nivel l.
Si eres uno de los muchos hombres que
se encuentran en esta esfera, es probable que de ningún modo sería provechoso
catalogarte como un «adicto» o insinuar que la victoria requerirá varios años
de terapia. Por el contrario, la victoria se puede medir en términos de semanas
y esto lo describiremos posteriormente.
Tus comportamientos «adictivos» no
están arraigados en un profundo, oscuro y nebuloso laberinto mental como sucede
en los Niveles l, 2 Y 3. Por el contrario, están basados en un elevado sentir
que produce el placer (como el efecto de una droga). Al exponerse a imágenes
sexuales, los hombres reciben una dosis química que los eleva, una hormona
llamada epineftina se segrega a la corriente sanguínea encerrando en la
memoria cualquier estímulo que este presente al momento de la excitación emocional.
He asesorado a hombres que se estimularon emocional y sexualmente solo al tener
pensamientos de actividad sexual. Un individuo que firmemente decide ir a
comprar en su tienda local una revista pornográfica, experimenta un estímulo
sexual mucho antes de entrar a la tienda. El estímulo comenzó durante el
proceso de pensar, lo cual activó el sistema nervioso que segregó la epineftina
en la corriente sanguínea.
Basado en mi experiencia como asesor,
creo que a menudo es cierto que estos hombres viven en el Nivel l, o peor aun,
tienen profundos problemas psicológicos que les tomará años solucionar. Pero
son relativamente pocos los hombres que viven ahí. Nuestro argumento es que la
gran mayoría de los hombres que se encuentran atascados en el fango del pecado
sexual, viven entre el Nivel O y el Nivel 1. A estos les podemos llamar una
«adicción fraccionaria», ya que eso representa vivir a cierto nivel que es una
fracción entre el O y el l. Si somos adictos fraccionarios es seguro que
experimentamos atracciones adictivas, pero no nos vemos obligados a actuar para
tranquilizar el dolor. Nos sentimos fuertemente atraídos por la dosis química
que nos eleva y por la gratificación sexual que produce.
Otra manera de considerar el alcance
del problema es imaginamos una curva en forma de campana. De acuerdo con
nuestra experiencia calculamos que alrededor del 10% de los hombres no tienen
ningún problema sexual-tentación con sus ojos y mentes. Al otro lado de la
curva calculamos que hay otro 10% de hombres que son adictos sexuales y tienen
un serio problema con la lascivia. Los sucesos emocionales los dejaron tan
golpeados y marcados que simplemente no pueden conquistar este pecado en sus
vidas. Necesitan más asesoramiento y una limpieza transformadora por medio de
la Palabra. El resto de nosotros estamos comprendidos en medio del 80% viviendo
en varios tonos de color gris en cuanto al pecado sexual se refiere.
En
pos de la fruta prohibida
Tal
y como lo describí anteriormente, viví en esta esfera de la adicción
fraccionaria durante la primera década de mi matrimonio, así como durante la
adolescencia y los años de universidad. Mi interés en el cuerpo femenino se
formó a la edad de cuatro y cinco años durante las visitas al taller de mi
abuelo en Ranger, Texas. Me encantaba visitar aquel viejo taller y caminar
entre los tornos y prensas donde mi abuelo hacía herramientas que se usaban
para reparar las tuberías rotas en los pozos de petróleo. Las paredes de su
oficina estaban adornadas con carteles de mujeres desnudas, y yo no podía dejar
de mirar con asombro esos voluptuosos cuerpos.
Al
ir creciendo consideraba a las mujeres más como objetos que como personas con
sentimientos. Para mí la pornografía se convirtió en una tentación hacia el
amor prohibido. Muchas jovencitas con las que salí en citas amorosas durante
los años de escuela secundaria y universidad eran puras sexualmente y así
permanecieron durante el tiempo en que nos relacionamos, pero yo siempre estaba
manipulando y confabulando, yendo tras lo que era prohibido.
Más tarde probé la fruta prohibida, al
ingresar a un período de promiscuidad en mi vida. Cuando por fin tuve
relaciones sexuales prematrimoniales, experimenté un sentido de control y
pertenencia, como si las jovencitas me pertenecieran. Ellas eran los objetos de
mi gratificación, al igual que las fotos que colgaban en las paredes del
taller de mi abuelo.
Secretos
Cuando
conocí a Sandy, hicimos el compromiso de no tener relaciones sexuales antes del
matrimonio, y no las tuvimos. Sin embargo, no le conté mi pasado ni tampoco le
revelé todos los compartimientos secretos llamados «Relaciones pasadas y promiscuidad».
Como resultado, arrastré mi pasado a mi vida matrimonial, lo cual produjo
problemas, de la misma forma que ella también arrastró sus problemas a nuestra
unión matrimonial. Poco faltó para que nuestro matrimonio no sobreviviera los
primeros años tumultuosos.
Durante
esa tenebrosa temporada, mientras más enojo sentía en contra de Sandy, más
lascivos eran mis pensamientos. Comencé a vivir en un mundo secreto de
gratificación, el cual se forjó mirando a otras mujeres hermosas, ya fuera que
se encontraran en revistas de modas o en revistas exclusivas para mujeres. Al
recordar el pasado, entiendo por qué tales imágenes causaron una ruptura en la
relación que había entre nosotros. Pero yo estaba completamente ajeno al hecho
de que estaba haciéndole daño a mi matrimonio. Después de todo, no tenía
relaciones sexuales con nadie más, excepto con ella. No estaba recibiendo
masajes en todo el cuerpo, en las deterioradas partes de la ciudad, ni me
estaba masturbando ante las fotos de modelos semidesnudas. Pero lo que sí
estaba haciendo era, introduciendo a mi vida matrimonial algo que no debía.
Me sentí con el derecho de seguir viviendo en este mundo secreto donde
experimentaba pequeñas dosis de gratificación al mirar los cuerpos de hermosas
mujeres. Y eso dañaba mi matrimonio.
Lo que yo, junto con Fred, necesitaba
hacer era entrenar los ojos y la mente para comportarme bien. Necesitaba
alinear mis ojos y mi mente con la Palabra y evitar todo indicio de inmoralidad
sexual.
No obstante, antes de involucrarnos en
un plan de acción para realinear nuestros ojos y mentes, necesitamos hablar un
poco más sobre las raíces del yugo sexual. ¿Por qué hay tantos hombres
cristianos que no pueden escapar del pecado sexual? En el siguiente capítulo
estaremos explorando la razón de este dilema.
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Del
corazón de una mujer
(La
impureza sexual masculina podría ser un tanto perturbadora y chocante para las
mujeres, y es por eso que estamos incluyendo secciones de entrevistas que
llevamos a cabo con las mujeres respecto a La batalla de cada hombre.)
Cuando le pidieron a Deena que
compartiera su reacción ante la premisa de este libro, respondió: «¡Todo esto
es una locura! ¡Las mujeres no tenemos tales problemas!»
Fawn decidió que los hombres y las
mujeres son tan diferentes en su alambrado sexual, que resulta imposible
entenderlo. «Para mí fue una gran sorpresa saber que los hombres cristianos
tienen este problema incluso después de casados», dijo ella. «La intensidad del
problema me resultó chocante».
Cathy dijo: «No sabía la profundidad a
la que los hombres podrían descender ni el riesgo que estarían dispuestos a
tomar con tal de satisfacer sus deseos. No estaba al tanto de cuán intensas
son estas tentaciones ni de toda la defensa que debe reunir un hombre para
evitar cruzar los límites que Dios estableció».
Andrea dijo que luego de tener
conversaciones con su padre y con los diferentes amigos con quienes salía, supo
que los hombres quedan atraídos por la vista con mucha facilidad. Pero nunca
reconoció la seriedad de este problema hasta que conoció a su futuro esposo.
«En aquel entonces, él era mi amigo más cercano en el grupo de los jóvenes,
pero no estábamos románticamente involucrados», dijo Andrea. «Él se sintió
cómodo conmigo para contarme el problema que tenía con la pornografía. Para él
esta era una lucha increíblemente ardua, ya que fue expuesto a ella en el
tercer grado de la escuela primaria. Me sentía un poco asombrada ante toda esta
situación. Aunque de soltera me atraían otros chicos por su apariencia, la
atracción física que sentía no tenía comparación con lo que un hombre siente
cuando mira a una mujer».
Brenda, la esposa de Fred, también
participó en estas entrevistas. Ella resumió lo que es la típica respuesta
femenina: «No quiero parecer una persona muy exigente, pero lo cierto es que
debido a que por lo general las mujeres no experimentan este problema, nos
parece que algunos hombres son pervertidos incontrolables que no piensan en otra
cosa aparte de las relaciones sexuales. Saber que hasta los pastores y los
diáconos podrían tener este problema, afecta mi nivel de confianza en los hombres.
No me agrada que de una manera lasciva los hombres tomen ventaja de las mujeres
en sus pensamientos, aunque reconozco que gran parte de la culpa la tienen las
mujeres por la manera de vestirse. Por lo menos me causa cierto consuelo saber
que son muchos los hombres que tienen este problema. y ya que la mayoría
de ellos están afectados, no podemos en realidad decir que son unos
pervertidos».
(iVaya!
Muchas gracias, Brenda. En realidad expresaste un punto muy importante que abre
el paso a pensamientos adicionales desde una perspectiva masculina. Nosotros
los hombres entendemos el asombro de ustedes. Después de todo, a menudo nos
sentimos abrumados en el área sexual, y también lo detestamos. Es por eso que
deseamos misericordia, aunque sabemos que no la merecemos. ¿Cuánta misericordia
podría encontrarse en el corazón de una mujer cuando se detiene a considerar
este problema? Como es lógico, esto depende de la situación de su esposo.)
En el corazón de las mujeres existe
una lucha natural entre la compasión y la aversión, entre la misericordia y el
juicio.
Ellen dijo: «Después de escuchar esto,
me sorprendió saber que los hombres casados enfrentan tantos problemas. Me dan
mucha lástima. Cuando le pregunté a mi esposo sobre esto, fue sincero conmigo
al mencionar que tenía ciertas luchas, y al principio me sentí herida. Después
le agradecí habérmelo dicho. Él no ha tenido un serio problema en este aspecto,
de lo cual estoy agradecida».
Cathy también se inclina hacia la
misericordia. «Las imágenes sensuales constantemente bombardean a mi esposo y
me sentí complacida con su sinceridad al respecto», dijo ella. «Quiero conocer
cuáles son las tentaciones que él enfrenta. Esto me ayudará a tener más
compasión con su difícil situación. No me sentí traicionada porque él ha
probado ser fiel en medio de esta lucha. Otras mujeres no son tan dichosas».
¿Y qué de las mujeres cuyos esposos
han estado perdiendo dicha batalla en forma considerable?
«Cuando mi esposo y yo dialogamos
sobre el tema, él fue sincero conmigo», nos dijo Deena, «y me enojé muchísimo
con él. Estaba herida. Me sentí profundamente traicionada porque había hecho
dietas y ejercicios con tal de no engordar y verme siempre hermosa para él. No
podía entender por qué necesitaba mirar a otras mujeres».
Las mujeres nos explicaron que luchan
entre la compasión y el enojo, y que sus sentimientos pueden subir y bajar
junto con la marea de la lucha que enfrentan sus esposos. A las mujeres que
leen este libro queremos darles el siguiente consejo: Aunque saben que deben
orar por él y satisfacerlo sexualmente, en ocasiones no querrás hacerlo.
Hablen el uno con el otro abierta y francamente y entonces hagan lo adecuado.
Segunda
Parte
¿Cómo llegamos hasta aquí?
Capítulo
4
Mezcla
de normas
Para
la mayoría de nosotros vernos atrapados en el pecado sexual ocurre de manera
tan fácil y natural, como lo es resbalarse en un bloque de hielo. ¿Por qué?
Como veremos más adelante, nuestra
masculinidad nos ofrece una vulnerabilidad natural hacia el pecado sexual. Pero
por el momento vamos a explorar cómo el inconstante corazón humano también nos
hace ser vulnerables.
Tal vez tuviste la esperanza de que
algún día serías libre del pecado sexual y esperas dejarlo atrás de la misma
forma natural en que te involucraste en él, algo así como dejar atrás la etapa
del acné juvenil. Quizá esperaste que con la llegada de cada cumpleaños
ocurriera una limpieza de tu impureza sexual. Eso nunca sucedió. Después
pensaste que por medio del matrimonio te librarías naturalmente de tal yugo.
Pero, como nos ha ocurrido a muchos, eso tampoco sucedió.
De
Fred: confianza
equivocada
Cuando
Mark se matriculó en mi clase prematrimonial, me dijo: «Todo el problema de la
impureza ha sido un lío. Durante años he estado atrapado y espero que el
matrimonio me libere. Podré tener relaciones sexuales todas las veces que desee.
¡Satanás ya no podrá tentarme!»
Pocos años después nos volvimos a
encontrar y no me sorprendí al escuchar que el matrimonio no había podido
curar el problema. «¿Sabes una cosa, Fred? Mi esposa no desea hacer el amor con
la misma frecuencia que yo deseo», me dijo.
¿No me digas?
«No quiero parecer un adicto sexual o
algo por el estilo, pero probablemente tengo tantas necesidades no suplidas
como las que tenía antes de casarme. Y encima de todo, hay ciertas esferas de
la exploración sexual que a ella le parecen vergonzosas o descaradas, A veces
se refiere a estas como "pervertidas". Creo que hasta cierto punto es
una mojigata, pero ¿qué puedo decir?»
Basado en nuestra experiencia, ¡no
mucho!
Matrimonio:
No un nirvana sexual
Para
los hombres casados no es una sorpresa que el matrimonio no elimine la impureza
sexual, aunque sí lo es para los adolescentes y los jóvenes solteros. Ron, un
joven pastor del estado de Minnesota, nos dijo que cuando reta a los jóvenes
para que se mantengan sexualmente puros obtiene esta respuesta: «Pastor, para
usted es muy fácil decirlo. ¡Ya está casado y puede tener relaciones sexuales
todas las veces que lo desee!» Los jóvenes solteros creen que el matrimonio
produce un estado de nirvana sexual.
Si tan solo fuera cierto. En primer
lugar, la relación sexual tiene diferentes significados para los hombres y para
las mujeres. Los hombres primordialmente reciben intimidad justo antes y
durante el acto sexual. Las mujeres experimentan intimidad a través del toque,
la interacción, los abrazos y la comunicación. Entonces, ¿es de sorprendemos
que para las mujeres la frecuencia en las relaciones sexuales sea menos
importante que para el hombre, como lamentablemente descubrió Mark? Debido a
las diferencias que existen entre el hombre y la mujer, el desarrollo de una
vida sexual satisfactoria en el matrimonio no es nada fácil. Es más, es tan
difícil como anotar un gol desde medio campo.
En segundo lugar, la vida está llena
de inesperados obstáculos. Lance se casó con la chica de sus sueños y entonces
fue que se enteró que su esposa tenía una deficiencia estructural y por consecuencia
el coito le resultaba muy doloroso. Necesitó someterse a una intervención
quirúrgica y varios meses de rehabilitación para corregir el problema.
En el caso de Bill, en cierta ocasión
su esposa se enfermó a tal grado que no pudieron tener relaciones sexuales
durante ocho meses. Ante estas circunstancias, ¿tenían Lance y Bill libertad
para decir: «Dios mío, seguiré usando la pornografía hasta que sanes a
mi esposa?» No lo creo.
En tercer lugar, de repente tu esposa
podría convertirse en una persona diferente a la que estuviste cortejando.
Larry, un robusto y bien parecido pastor en la ciudad de Washington, D.C tiene
una gran herencia cristiana. Su padre es un pastor maravilloso y Larry se
alegró muchísimo cuando el Señor lo llamó a él también al ministerio. Conoció
a Linda, una hermosa y llamativa rubia, y como en las novelas, parecían estar
creados el uno para el otro.
Sin embargo, después de la boda Larry
se percató de que Linda estaba más interesada en su carrera personal que en
satisfacerlo sexualmente. No solo carecía de todo interés por el acto sexual,
sino que a menudo lo usaba como un arma manipuladora para lograr su cometido.
Por consiguiente, Larry no tiene relaciones sexuales con frecuencia. Dos veces
al mes sería una bonanza y una vez cada dos meses es la norma. ¿Qué se espera
que Larry le diga a Dios? ¡Señor, Linda no esta actuando como una mujer
piadosa! ¡Haz un cambio en ella, y entonces dejaré de masturbarme!
Difícilmente. El matrimonio no satisface los deseos sexuales de Larry, pero
aun así Dios espera pureza.
Tu pureza no debe depender del deseo o
de la salud de tu cónyuge. Dios te hace responsable y si no ejerces control
antes del día de tu boda, no puedes esperar que se manifieste después de la
luna de miel. Si eres soltero y tienes el hábito de mirar películas
clasificadas R, la felicidad del matrimonio no cambiará este hábito. Si tus
ojos se enfocan en las hermosas chicas que pasan por tu lado, seguirán
divagando después que hayas dicho: «Sí, lo prometo». ¿Tienes el hábito
de masturbarte? Colocarte el anillo en el dedo no evitará que lo sigas
haciendo.
¿Qué
está sucediendo aquí?
Cuando
el matrimonio no resuelve de inmediato nuestro problema nos aferramos a la
esperanza de que, al pasar suficiente tiempo, el matrimonio podría liberamos.
Andy nos dijo: «En cierta ocasión leí que el impulso sexual de un hombre decae
durante los años treinta y cuarenta, mientras que durante el mismo tiempo el de
la mujer llega a su clímax. Mientras tanto pensé que Jill y yo nos
encontraríamos en un bendito terreno intermedio. No sucedió así».
Pero la libertad del pecado sexual
casi nunca se logra a través del matrimonio o el paso del tiempo. (La frase
«viejo verde» debería revelamos algo al respecto.) Así que si estás cansado de
la impureza sexual y de la mediocridad, y si estás cansado del distanciamiento
de Dios que viene como resultado, deja de estar esperando que el matrimonio o que
algún descenso hormonal venga a tu auxilio.
Si deseas cambiar, reconoce que eres
impuro porque diluiste las normas divinas de la pureza sexual junto con las
tuyas. Esa es la primera de las tres razones que estaremos examinando respecto
a la mucha facilidad con que caen los hombres en el pecado sexual.
Antes dijimos que la norma que Dios
estableció es que evitemos todo indicio de inmoralidad sexual en nuestra vida.
Si siguiéramos esta norma, nunca caeríamos en esclavitud sexual. Así que debemos
asombramos de que tantos hombres cristianos estén bajo tal yugo de
esclavitud.
Nuestro Padre celestial está
asombrado. Aquí está nuestra paráfrasis de algunas preguntas que Dios hizo (en
Oseas 8:5-6) que revelaron su asombro:
¿Qué está sucediendo? ¿Por qué mis
hijos escogieron ser impuros? ¡Por amor al cielo, son cristianos! ¿Cuándo
comenzarán a comportarse como lo que son?
Dios
sabe que somos cristianos y que podemos escoger ser puros. ¿Entonces por qué no
lo hacemos? No somos víctimas de una amplia conspiración que nos atrapa
sexualmente, solo escogimos mezclar nuestras propias normas de conducta sexual
con las normas que Dios estableció. Y como encontramos que las normas que Dios
estableció son demasiado difíciles, entonces creamos una mezcla: algo nuevo,
algo cómodo, algo mediocre.
¿A qué nos referimos al decir
«mezcla»? Un buen ejemplo tal vez sea la nebulosa definición de «relación
sexual» que salió a relucir durante el escándalo sexual en el que estuvo
involucrado el presidente Bill Clinton. El presidente declaró bajo juramento
que no había tenido relaciones sexuales con Mónica Lewinsky, pero después
explicó que él no consideraba que el sexo oral estuviera en dicha categoría.
Por lo tanto, de acuerdo con esa definición, él nunca cometió adulterio.
Esto representa un contraste radical
con las normas que Jesús enseñó: «Pero yo os digo que cualquiera que mira a una
mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5:28).
Ingenuo,
rebelde y descuidado
¿Por
qué razón mezclamos tan fácilmente nuestras normas con las normas divinas? ¿Por
qué no somos firmes con las decisiones que tomamos respecto al pecado sexual?
A
veces, simplemente somos ingenuos. ¿Recuerdas cuando eras niño haber visto Pinocho,
la clásica película de dibujos de Disney? Pinocho sabía que lo correcto era
ir a la escuela, tal y como lo hacían todos los demás niños. Sin embargo, en el
camino a la escuela se encontró con unos bribones que le pintaron un
maravilloso cuadro de cómo pasar un divertido día en un lugar llamado La
Isla de las Aventuras, una clase de parque de atracciones ubicado cerca de
la orilla de la playa. Le obsequiaron a Pinocho un boleto para el barco que los
llevaría al otro lado, pero él no sabía que al finalizar el día todos los niños
se convertirían en burros y que los venderían para tirar de los carros en las
minas de carbón durante el resto de sus días. De igual manera, nosotros
podemos ser ingenuos y hasta necios respecto a las normas divinas sobre la
pureza sexual, al dirigimos a ciegas y dando tumbos hacia lugares equivocados
«solo porque todos los demás lo están haciendo».
Pero a veces escogemos las normas
sexuales equivocadas, no porque seamos ingenuos sino porque sencillamente somos
rebeldes. Somos como Lampwick, un chico jactancioso que toma el
liderazgo para desviar a Pinocha hacia la Isla de las Aventuras. Desde el
primer instante que Lampwick aparece en pantalla, se manifiesta como una
persona desagradable, con su actitud dominante y una malévola vocecilla. Uno se
pregunta: «¿ Y dónde están sus padres? ¿Por qué no hacen algo al respecto? Uno
sabe que él es plenamente consciente de la maldad que lleva a cabo. Y
cualquiera que sea el resultado, ciertamente se lo merece.
Con
una rebeldía como la de Lampwick, tal vez sepas muy. bien que la inmoralidad
sexual está mal, pero lo haces de todas maneras. Disfrutas los viajes a la Isla
de las Aventuras, a pesar del precio secreto que tendrás que pagar al final del
día.
O tal vez hayas considerado que las
normas divinas son demasiado ridículas para tomarse en serio. En un estudio
bíblico para solteros, los asistentes comenzaron a dialogar sobre el tema de la
pureza. Muchos habían estado casados en el pasado y estaban luchando con la
santidad. Cuando alguien sugirió que Dios espera que hasta los solteros eviten
todo indicio de inmoralidad sexual, una atractiva joven exclamó: «¡Es imposible
que alguien espere que vivamos de tal manera!» El resto del grupo estuvo muy de
acuerdo con ella, excepto dos que defendieron las normas que Dios estableció.
Destrucción
y vergüenza
Ya
sea que hayas sido ingenuo, rebelde o neciamente negligente en cuanto a tomar
con seriedad las normas divinas, el hecho de mezcladas con tus normas te lleva
hacia la posibilidad de caer en una trampa aun peor.
La
mezcla puede destruir a las personas. Cuando los israelitas se marcharon de
Egipto y fueron llevados hacia la Tierra Prometida, Dios les dijo que cruzaran
el río Jordán y que destruyeran toda cosa maligna que encontraran en su nueva
tierra. Eso significaba que debían matar a todos los habitantes paganos y
destruir a sus dioses hasta convertirlos en polvo. Dios les advirtió que de no
hacerlo, su cultura se «mezclaría» con los paganos y ellos adoptarían sus
depravadas prácticas.
Pero los israelitas no tuvieron el
cuidado de destruirlo todo. Para ellos fue mucho más fácil obedecer a medias.
Al pasar el tiempo, las cosas y las personas que no fueron destruidas se convirtieron
en una trampa. Los israelitas se convirtieron en adúlteros en cuanto a su
relación con Dios y repetidamente les dieron las espaldas.
Tal y como se les prometió, Dios los
echó de su tierra. Pero precisamente antes de la destrucción de Israel y de la
deportación final de sus habitantes, Dios le profetizó esto a su pueblo sobre
su inminente cautiverio:
Y los que de vosotros escaparen se
acordarán de mí entre las naciones en las cuales serán cautivos; porque yo me
quebranté a causa de su corazón fornicario que se apartó de mí, y a causa de
sus ojos que fornicaron tras sus ídolos; y se avergonzarán de sí mismos, a
causa de los males que hicieron en todas sus abominaciones (Ezequiel 6:9).
Al entrar a la Tierra Prometida de
nuestra salvación, se nos advirtió que debemos eliminar de nuestra vida todo
indicio de inmoralidad sexual. Desde que entraste a esa tierra, ¿fallaste en tu
intento por romper el pecado sexual? ¿Todo indicio de pecado sexual? Si no lo
has hecho, ¿has llegado hasta el punto de sentir vergüenza de ti mismo por tal
fracaso? Si es ahí donde te encuentras en este momento, hay esperanza para ti.
Normas
divinas tomadas de la Biblia
Debido
a que nuestras normas sobre la pureza sexual han estado tan mezcladas con las
normas establecidas por Dios, y ya que muchos cristianos no leen sus Biblias
a menudo, muchos hombres no tienen ni la más mínima idea sobre las normas
divinas respecto a la pureza sexual.
¿Sabías que en casi todos los libros
del Nuevo Testamento se nos ordena evitar la impureza sexual? Lo que aparece a
continuación es una selección de pasajes que enseñan el interés de Dios por
nuestra pureza sexual. (Marcamos en cursivas las palabras clave que nos indican
qué debemos evitar en el ámbito sexual):
Pero yo [Jesús] os digo que cualquiera
que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón
(Mateo 5:28).
Porque de dentro, del corazón de los
hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los
homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia,
la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas
maldades de dentro salen, y contaminan al hombre (Marcos 7:21-23).
Que os abstengáis.. .de fornicación
[inmoralidad sexual] (Hechos 15:29).
La noche está avanzada, y se acerca el
día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de
la luz. Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías [orgías] y
borracheras, no en lujurias y lascivias [inmoralidad sexual], no
en contiendas y envidia (Romanos 13:12-13).
Más bien os escribí que no os juntéis
con ninguno que, llamándose hermano, fuere fOrnicario, o avaro, o
idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis (1
Corintios 5:11).
Pero el cuerpo no es para la
fornicación [inmoralidad sexual], sino para el Señor (1 Corintios 6:13).
Huid de la fornicación (1
Corintios 6:18).
Que cuando vuelva, me humille Dios
entre vosotros, y quizá tenga que llorar por muchos de los que antes han
pecado, y no se han arrepentido de la inmundicia y fornicación [pecado
sexual] y lascivia que han cometido (2 Corintios 12:21).
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. Y manifiestas son las obras de la carne,
que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia (Gálatas 5:16,19).
Pero fornicación y toda
inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a
santos; ni palabras deshonestas [obscenidades], ni necedades, ni
truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias (Efesios
5:3-4).
Haced morir, pues, lo terrenal en
vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y
avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los
hijos de desobediencia (Colosenses 3:5-6).
Pues la voluntad de Dios es vuestra
santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros
sepa tener a su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de
concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios. .. Pues no nos ha
llamado Dios a inmundicia sino a santificación (1 Tesalonicenses
4:3-5,7).
No sea que haya [entre vosotros] algún
fornicario, o profano (Hebreos 12:16).
Honroso sea en todos el matrimonio, y
el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los
juzgará Dios (Hebreos 13:4).
Baste ya el tiempo pasado para haber
hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces,
orgías, disipación y abominables idolatrías (1 Pedro 4:3).
Como Sodoma y Gomorra y las ciudades
vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo
fornicado e ido en pos de vicios
contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del
fuego eterno (Judas 7).
Pero tengo unas pocas cosas contra ti:
que tienes ahí a
los que retienen la doctrina de
Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel. .. y a
cometer fornicación [inmoralidad sexual] (Apocalipsis 2:14).
Pero tengo unas pocas cosas contra ti:
que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a
mis siervos a fornicar (Apocalipsis 2:20).
Pero los cobardes e incrédulos, los
abominables y homicidas, los fornicarios [sexualmente inmorales] y
hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago
que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda (Apocalipsis 21:8).
¿Qué
te parece? Aquí se encuentran representados más de la mitad de los libros del
Nuevo Testamento.
De
acuerdo con estos pasajes, vamos a resumir las normas que Dios estableció para
la pureza sexual:
- La inmoralidad sexual comienza con las actitudes lascivas de nuestra naturaleza pecaminosa. Está arraigada en las tinieblas que llevamos en nuestro ser. Por lo tanto, al igual que otros pecados que esclavizan a los creyentes, la inmoralidad sexual atraerá la ira divina.
- Nuestros cuerpos no se crearon para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, quien después de creamos nos llamó a una vida de pureza sexual. Su voluntad es que todo creyente sea puro sexualmente: en sus pensamientos, en sus palabras y en sus acciones.
- Es por lo tanto, santo y honorable, evitar por completo la inmoralidad sexual, arrepentimos de la misma, huir de ella y darle muerte en nuestras vidas al andar en el Espíritu. Hemos pasado demasiado tiempo viviendo como paganos en lascivias y concupiscencias.
·
No
debemos estar íntimamente asociados con otros creyentes que insistan en la
inmoralidad sexual.
- Si convences a otros para que participen en la inmoralidad sexual (quizá en el asiento trasero de tu auto o en una habitación escondida), ¡el mismo Jesús tendrá algo en tu contra!
Está claro que Dios espera que vivamos
de acuerdo con sus normas. De hecho, en 1 Tesalonicenses 4:3, la Biblia declara
con énfasis que esta es la voluntad de Dios. Por lo tanto, considera seriamente
su mandato: ¡Huye de la inmoralidad sexual!
capítulo
5
¿Obediencia o simple
excelencia?
¿Por
qué consideramos tan fácil mezclar nuestras normas de pecado sexual y tan
difícil hacer un firme compromiso de verdadera pureza?
Porque estamos acostumbrados a eso.
Toleramos con facilidad el mezclar las normas de pureza sexual, porque con la
misma facilidad toleramos la mezcla de las normas en la mayoría de las demás
esferas de la vida.
¿Excelencia
u obediencia?
Pregunta:
¿Cuál es tu meta en la vida, la excelencia o la obediencia?
¿Cuál
es la diferencia? Centrarnos en la obediencia es enfocamos en la perfección y
no en la «excelencia», que en efecto es algo menor.
«¡Espera
un minuto!», dices. «Yo pensaba que la excelencia y la perfección eran la misma
cosa».
A
veces aparentan serlo, pero la simple excelencia deja espacio para alguna
mezcla. En la mayoría de los campos, la excelencia no es una norma fija. Es
una norma mezclada.
Permíteme
mostrarte lo que quiero decir. Los negocios norteamericanos están en una
búsqueda de la excelencia. Podrían muy bien estar buscando la perfección, desde
luego, un producto perfecto, un servicio perfecto, pero la perfección es muy
costosa y acaba con las ganancias. En vez de ser perfectos, los negocios
saben que es suficiente darle a sus clientes la apariencia de
perfección. Estos negocios encontraron un lucrativo equilibrio entre la calidad
y los costos, al detenerse en el camino sin haber logrado la perfección.
Para encontrar este equilibrio a
menudo se fijan en sus compañeros con el fin de descubrir «las mejores
prácticas» de su industria: ¿Hasta dónde podemos alejar y todavía aparentar
la perfección? ¿Cuán corto nos podemos quedar? Los negocios consideran que
es lucrativo quedarse corto a mediados del camino hacia la excelencia porque la
perfección cuesta demasiado.
Pero, ¿será provechoso para el
creyente detenerse a mitad del camino hacia la excelencia, donde los costos son
bajos y permanecer equilibrados en algún punto entre el paganismo y la obediencia?
¡Por supuesto que no! Aunque en el mundo de los negocios aparentar la
perfección es una práctica lucrativa, en el ámbito espiritual aparentar la
perfección es una simple comodidad. Pero nunca es provechoso.
Sin duda, la excelencia no es lo mismo
que la obediencia o la perfección. La búsqueda de la excelencia nos deja
abrumadoramente vulnerables a una trampa tras otra, debido a que ella permite
que haya espacio para la mezcla. No ocurre lo mismo con la búsqueda de la
obediencia o la perfección.
La excelencia es una norma mezclada,
mientras que la obediencia es una norma fija. Nuestra meta debe ser
esforzamos por la norma que es fija.
De
Fred: Hacer
las preguntas equivocadas
Yo
era el ejemplo perfecto de alguien que no se esforzaba por alcanzar la norma
fija de la obediencia divina. Era maestro en la iglesia, presidía actividades
de grupos y asistía a las clases de discipulado. Mi asistencia a la iglesia
era ejemplar, y mi vocabulario era cristiano. Al igual que el empresario que
anda en busca de las mejores prácticas de negocio, me preguntaba: ¿Cuán
lejos puedo llegar y todavía seguir llamándome cristiano? La pregunta que
tenía que preguntarme era: ¿Cuán santo puedo ser?
Permíteme demostrarte, mediante un par
de historias tomadas de mis clases prematrimoniales, la diferencia entre la
excelencia y la obediencia. Al comenzar cada sesión de siete semanas, les
pregunto a los estudiantes qué desean del matrimonio. En una de las clases, las
seis parejas expresaron el deseo de edificar sus relaciones sobre el fundamento
de los principios divinos. Entonces les hice esta pregunta: ¿Creen que es
correcto modificar la verdad con tal de evitar disgustos en el hogar?
Todos respondieron que no y
unánimemente estuvieron de acuerdo en que modificar la verdad era una mentira y
que ninguno de ellos haría tal cosa en su hogar.
«¿De veras?», les pregunté. «Entonces
¿qué me dicen de esto? Brenda dio a luz cuatro hijos y con el paso de los años
su peso pasó a través de cuatro tallas diferentes. [Siempre abundan las risas
después de este comentario.] Durante la transición entre tallas, a menudo
quiso vestir una pieza de menor talla para ir a la iglesia. Después de
deslizarse con dificultad en el vestido me preguntaba: "¿Me queda
demasiado apretado?" Ella quería saber si el vestido le quedaba bien o si
llamaría la atención a su peso. Con frecuencia se me hacía difícil responderle
y me veía obligado a escoger entre modificar la verdad o herir sus sentimientos
y desanimarla.
»¿Creen que mi
decisión de modificar la verdad con tal de evitar disgustos era lo correcto?
Después de todo es algo tan insignificante, y yo amo a mi esposa. Si digo la
verdad, hiero sus sentimientos y no me agrada herir sus sentimientos.
»¿Qué harían ustedes? ¿Modificarían la
verdad?»
Fue asombroso, solo después de unos
breves momentos de haber declarado que nunca modificarían la verdad en sus
hogares, cinco de las seis parejas dijeron que sí modificarían la verdad
con tal de evitar un disgusto como este.
Estas parejas pueden hablar el idioma
cristiano, y ciertamente demuestran excelencia. Pero, ¿pueden vivir la
verdad cristiana?
Con la excelencia tratamos de cubrir
nuestras pisadas desobedientes. Peter y Mary asistieron a las clases
prematrimoniales, y desde el primer día Peter me impresionó mucho. Aceptaba con
entusiasmo todo lo que yo decía y movía afirmativamente la cabeza, incluso ante
las enseñanzas más difíciles respecto a las responsabilidades del esposo (tales
como ser un siervo).
Al final de la séptima semana, Peter y
Mary quisieron hablar conmigo después de la clase. «Su clase de la semana
pasada sobre la pureza sexual me impactó mucho», comenzó diciendo Peter,
«especialmente cuando dijo que mirar revistas y películas pornográficas no
fortalecerá la vida sexual. Mi primera esposa solía alquilar películas
pornográficas para mí y juntos participábamos de ellas antes de acostamos. Al
final, nos hizo daño». Y entonces añadió: «Mary y yo no haremos tal cosa en
nuestro matrimonio». Hasta entonces todo marchaba de maravilla.
Pero Mary, deseando expresar su sentir
dijo: «Hemos tenido una lucha continua sobre lo que como pareja vemos juntos. A
menudo alquilamos una película para veda juntos en mi departamento, pero ya
sabe como es esto. La mayoría de las películas populares contienen escenas que
son bastante picantes, y cada vez me siento más incómoda. Cuando hay una escena
erótica, le digo a Peter que debemos apagar la película, pero él se enoja y
argumenta que nos hemos gastado una buena cantidad de dinero para alquilada y
que apagada equivale a perder el dinero. Entonces me marcho a la cocina y hago
alguna tarea hasta que él termina de verla».
Una lágrima se deja ver en los ojos de
ella y baja la vista. «No creo que estas películas son buenas para nosotros»,
dijo ella. «Le he pedido que deje de hacerlo por amor a mí, pero no lo hace.
Por lo regular, oramos antes de que él regrese a su casa, pero después de ver
esas películas, a menudo me siento sucia y barata. Siento que estas películas
están interponiéndose entre nosotros».
Por supuesto, Peter se sentía avergonzado.
¿Estaba él en busca de la excelencia o de la obediencia? Por lo menos en esta
área, se detuvo a la mitad del camino. Según las normas de sus compañeros,
sabía que podía ver películas populares con situaciones sexuales picantes, y
aún así «aparentar» que es cristiano. Eso era todo lo que necesitaba.
Debo acreditarle a Peter que me
preguntó qué debía hacer. Le aconsejé que escuchara el consejo de Mary y dejara
de estar mirando películas sensuales. Él prometió no volver a hacerlo.
Juntos a mitad del camino
No
es común escuchar una voz como la de Mary retándonos a vivir una vida de
obediencia y perfección. Si estamos satisfechos con solo la excelencia, no nos
someteremos a las normas divinas. Nos acercamos cada vez más a nuestros
compañeros, solo para distanciamos de Dios.
Aunque estemos unidos a las
congregaciones no llegamos a la meta trazada. Los programas espectaculares en
nuestras iglesias nos hacen sentir bien, pero a menudo no nos presentan un
verdadero reto.
Mi iglesia en la ciudad Des Moines tiene
un excelente coro reconocido en la región por la calidad profesional de su
sonido. La orquesta disfruta el complemento de músicos profesionales que son
miembros de la orquesta sinfónica local. En cierta ocasión me encontraba
hablando con una nueva vecina acerca de nuestra iglesia y ella me dijo: «Oh,
sí, yo he visitado su iglesia. Verdaderamente me agrada. ¡Es como ir a un
espectáculo!»
Mi iglesia tiene un excelente
calendario de programas motivados por la tradición. Tenemos un servicio
vespertino Domingo del Super Bowl [Domingo del campeonato del fútbol
americano], en el cual promovemos la armonía entre las razas. Tenemos la Noche
para honrar a norteamérica que se celebra el cuatro de julio, para hoprar a
nuestro gran país e invitamos famosos oradores como lo son Elizabeth Dole,
Gary Bauer y Cal Thomas. Nuestra celebración anual «Noche Metro» honra a los
obreros voluntarios y al personal de nuestra iglesia hija ubicada en el centro
de la ciudad. Tenemos programas especiales de Navidad, de Semana Santa, la
celebración de «El día del amigo», «De regreso a la escuela» y mucho más.
Sin duda alguna nos esforzamos por ser
la «iglesia a la cual pertenecer» en Des Moines. Pero ¿cuál es el beneficio de
esto? ¿Qué hemos obtenido de nuestra búsqueda de excelencia?
Hace poco programamos una semana de
oración para toda la iglesia que se celebraría todas las noches al comenzar el
nuevo año. Es cierto que nadie argumentaría el valor estratégico de la oración,
ni pondría en duda el hecho de que, como creyentes, se nos ordenó ser fieles en
la oración. Pero la obediencia en el asunto de la oración es costosa y
requiere compromiso. El lunes por la noche, al comenzar nuestra semana de
oración, apenas se presentaron treinta y cuatro adultos de un total de dos mil
trescientos miembros. El jueves, solo había diecisiete adultos orando. Me
sentí desilusionado por completo. Sin embargo, una semana más tarde, durante
el Domingo de reconocimiento de los obreros, mil personas estuvieron presentes
para recibir un reconocimiento de la iglesia por su servicio.
También organicé un grupo de
intercesión los miércoles por la noche, en el que simplemente habilitábamos un
salón para interceder por nuestra congregación durante noventa minutos. La
primera noche se acercaron seis personas a la puerta y preguntaron: «¿Es aquí
donde estarán enseñando sobre la intercesión?»
«No, no vamos a enseñar sobre
la intercesión», les respondí. «Vamos a estar intercediendo». Todas estas
personas dieron la espalda y se marcharon. Se siente muy bien aprender sobre la
intercesión, pero hacerlo es un asunto costoso. Lo mismo podríamos decir
respecto a la pureza.
¿Qué
podemos esperar?
Son
muchas las esferas en las que a menudo nos encontramos sentados juntos a mitad
del camino de la excelencia, a una buena distancia de Dios. Cuando sus elevadas
normas nos desafían, nos consuela pensar que no parecemos ser tan diferentes a
los que nos rodean. El problema es que tampoco parecemos diferenciamos mucho
de los no cristianos.
A menudo, nuestros adolescentes
cristianos son indistinguibles de sus compañeros no cristianos, participan de
las mismas actividades, música, chistes y actitudes sobre la relación sexual
prematrimonial. Kristin, una joven adolescente, nos dijo: «Nuestro grupo de
jóvenes está repleto de muchachos que fingen su andar como cristianos. Lo
cierto es que consumen drogas, beben, participan de fiestas mundanas y tienen
relaciones sexuales. Si uno desea caminar en pureza, es más fácil andar con los
que no son cristianos en la escuela que andar con los «cristianos» en la
iglesia. Digo esto porque mis compañeros de escuela conocen cuáles son mis
convicciones y me dicen: "Fantástico, puedo aceptar eso". Los chicos
cristianos se burlan de mí riéndose y preguntándome: "¿Por qué tienes que
ser tan perfecta? ¡Comienza a vivir!" No pierden una sola oportunidad para
presionarme en cuanto a mis valores». Esta joven nos habló de Brad, el hijo de
un líder laico, que le dijo: «Yo sé que el coito no es bueno antes del
matrimonio, pero todo menos eso está bien. Me encanta meterme debajo de un
sostén».
Es triste decirlo, pero los adultos no
son diferentes a los adolescentes cristianos. Linda, una profesional soltera,
dice que en el grupo de solteros de su iglesia hay «jugadores», hombres y
mujeres que acechan a sus víctimas con el fin de satisfacer sus necesidades.
Las parejas cristianas también se
quedan cortas. (De Steve: Mi programa radial diario está lleno de
llamadas de cristianos preguntando cómo pueden recuperarse de las relaciones
adúlteras o cómo pueden lidiar con una separación matrimonial.)
¿Acaso nos hemos vuelto ciegos? ¿Qué
podemos esperar de este compromiso general para estar a medias? ¿Acaso no
reconocemos que los nuevos convertidos al cristianismo se convertirán en gente
igual a nosotros? ¿Será un consuelo verlos tan holgazanes, como somos nosotros,
en cuanto a su devoción personal con Jesús?
¿Y no nos percatamos de lo mucho que
estas deficientes normas nos están costando en cuanto a nuestro testimonio ante
el mundo? En Reviva! Praying [Oración por un avivamiento], el autor
Leonard Ravenhill escribe:
Los días actuales son similares a un
estadio cuyas gradas están llenas de militantes impíos, los brillantes y
agresivos escépticos, además de los millones de paganos sin expresión alguna
en sus rostros, observando el vacío cuadrilátero para ver qué puede hacer la
Iglesia del Dios vivo. ¡Cuánta indignación siento al respecto! ¿Qué estamos haciendo
los cristianos? Para usar una trillada frase: ¿solo estamos «jugando a la
iglesia»?
La
respuesta correcta
El
rey Josías de Israel solamente tenía veintiséis años de edad cuando enfrentó
una situación similar al descuidar las normas que Dios estableció. En 2
Crónicas 34 leemos cómo se halló una copia de la ley de Dios, olvidada durante
mucho tiempo, en una extensa renovación del templo. Mientras a Josías le leían
la ley en voz alta, él escuchó las normas de Dios en forma ineludible, y
reconoció el fracaso del pueblo que no logró vivir de acuerdo con las mismas.
Josías no dijo: «Dejémonos de esas
cosas, por favor. Hemos vivido de esta manera durante mucho tiempo. ¡No hay por
qué ser legalista al respecto!» Claro que no. Josías se horrorizó. Rasgó sus
vestidos como señal de pena y desespero. «Grande es la ira del Señor», dijo él,
e inmediatamente reconoció la negligencia de su pueblo y procedió a buscar la
dirección de Dios. Enseguida Dios contestó a la reacción de Josías con estas
palabras:
Y tu corazón se conmovió, y te
humillaste delante de Dios al oír sus palabras sobre este lugar y sobre sus
moradores, y te humillaste delante de mí, y rasgaste tus vestidos y lloraste en
mi presencia, yo también te he oído, dice Jehová (34:27).
En este punto, fíjate cómo de
inmediato Josías lleva a toda la nación a la completa obediencia de las normas
que Dios estableció:
Entonces el rey envió
y reunió a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén.
Y subió el rey a la
casa de Jehová, y con él todos los varones de Judá, y los moradores de
Jerusalén, los sacerdotes, los levitas y todo el pueblo, desde el mayor hasta
el más pequeño; y leyó a oídos de ellos todas las palabras del libro del pacto
que había sido hallado en la casa de Jehová.
Y estando el rey en
pie en su sitio, hizo delante de Jehová pacto de caminar en pos de Jehová y de
guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo su corazón
y con toda su alma, poniendo por obra las palabras del pacto que estaban
escritas en aquel libro.
E hizo que se
obligaran a ello todos los que estaban en Jerusalén y en Benjamín; y los
moradores de Jerusalén hicieron conforme al pacto de Dios, del Dios de sus
padres.
Y quitó Josías todas
las abominaciones de toda la tierra de los hijos de Israel, e hizo que todos
los que se hallaban en Israel sirviesen a Jehová su Dios. No se apartaron de en
pos de Jehová el Dios de sus padres, todo el tiempo que él vivió (2 Crónicas
34:29-33).
Allí no hubo mezcla alguna. Al
reconocer que las normas que Dios estableció son las de la verdadera vida,
Josías se levantó y derrumbó todo lo que estaba en oposición a Dios.
Consideración
del precio
¿Y tú qué? Ahora que escuchaste las
normas que Dios estableció para la pureza sexual, ¿estás dispuesto, en el
espíritu de Josías, a establecer un pacto de obediencia a dichas normas con
todo tu corazón y tu alma? ¿Derrumbarás también todo lo sexual que esté en
oposición a Dios?
¿Reconoces que has estado viviendo
bajos las normas mezcladas de la mera excelencia? Te quedas corto pero todavía
aparentas ser cristiano.
¿O
tu meta ha sido la obediencia y la perfección, que son a lo que en realidad te
llamaron?
¿Cómo
lo sabrás? Por el precio que estés dispuesto a pagar. ¿Qué te está costando tu
vida cristiana?
Aprender
sobre Cristo cuesta algo. Vivir como Cristo, cuesta mucho.
- Cuesta algo unirte a varios miles de hombres en una conferencia para cantar alabanzas a Dios y luego aprender cómo debemos vivir; cuesta mucho llegar a casa y permanecer fielmente comprometido a los cambios que dices haber hecho en tu vida.
·
Cuesta
algo evitar la revista Playboy; cuesta mucho controlar a diario tus ojos
y tu mente.
- Cuesta algo enviar a tu hijo a una escuela cristiana para que otros les enseñen sobre Dios; cuesta mucho celebrar regularmente las devociones familiares, en las que papá dirige coros en adoración y un tiempo de sincera oración.
- Cuesta algo insistir en que tus hijos se vistan modestamente; cuesta mucho enseñarles a pensar de forma modesta y apropiada.
Entonces, ¿dónde estás ubicado? ¿Te
sientes cómodo? ¿Hay en tu comportamiento una amplia tolerancia hacia el
pecado? ¿Te han llevado tus intentos por acercarte a Dios a un alto nivel de
mezcla en tu vida?
De ser así, es posible que tengas una
mezcla en tus normas sexuales y probablemente tienes por lo menos un indicio
de impureza sexual en tu vida. No pagarás el precio de la verdadera
obediencia, como es evitar la sensualidad que se halla en muchas películas de
Hollywood. Como evitar pensar en antiguas novias y en la mujer coqueta del
trabajo. Como entrenar tus ojos para apartar la vista de los diminutos
biquinis, del suéter a punto de explotar, de los pantalones elásticos y de las
mujeres que los usan.
Dios es tu Padre y espera que lo
obedezcas. Luego de otorgarte el Espíritu Santo como tu fuente de poder, Él
cree que sus mandamientos deben ser suficientes para ti, de la misma manera que
tú crees que tus órdenes deben ser suficientes para tus hijos.
El
problema es que no andamos en busca de tal obediencia. Andamos en busca de la
simple excelencia y Su mandamiento. no es suficiente. Rechazamos el
asunto y respondemos: «¿Por qué debo eliminar todo indicio? ¡Eso es
demasiado difícil!»
Tenemos incontables iglesias que están
llenas de innumerables hombres cargados de pecado sexual, debilitados por una
baja fiebre sexual, hombres que se sienten lo suficientemente felices para
asistir a Cumplidores de Promesas, pero que están demasiado enfermos
para ser cumplidores de promesas.
Una batalla espiritual por la pureza
se libra de continuo en cada alma y corazón. Los precios son verdaderos.
Obedecer es difícil, requiere humildad y mansedumbre, ingredientes que
ciertamente son muy raros.
Alguien nos habló de James, un
respetado adolescente y miembro de un grupo de jóvenes, que al presionarlo con
el tema rehusó prometer que permanecería sexualmente puro. «En el mundo hay
demasiadas situaciones imprevistas y, por lo tanto, no puedo hacer tal
promesa», dijo él. James se quedó corto. ¿Y tú?
De
Fred: ¿Quién
eres realmente?
La
impureza sexual se ha convertido en una situación difundida por la iglesia
porque como individuos, hemos pasado por alto la tarea costosa de la obediencia
a las normas divinas y demasiadas veces nos hacemos la pregunta: «¿Hasta dónde
puedo llegar sin dejar de llamarme cristiano?» Nos hemos forjado cierta imagen,
y hasta podríamos vernos sexualmente puros, mientras que le permitimos a
nuestros ojos jugar con libertad cuando no hay nadie presente, evadiendo el
costoso trabajo de ser sexualmente puros.
Desde mis días universitarios, el
ejemplo de un hombre me sigue sirviendo como una seria advertencia. Durante mi
primer año en la universidad Stanford, comencé a sentir nostalgia por estar
lejos de mi hogar. Un compañero de dormitorio que vivía cerca de la universidad
sintió pena por mí y me invitó a cenar en la casa de sus padres. Eran personas
extremadamente ricas y su residencia era estupenda. ¡Fue una velada maravillosa!
No solo comí alcachofas por primera vez (lo cual me fascina hasta el día de
hoy), sino que su mamá resultó ser una excelente anfitriona, y supe que el
padre -un prominente hombre de negocios en la comunidad- ocupaba una importante
posición en su iglesia, y creía en la importancia del tiempo dedicado a estar
con la familia.
Varias semanas después me encontraba
sentado en una barbería, cuando el papá de mi amigo entró al establecimiento.
Yo era un muchacho tímido y permanecí callado, como tenía el pelo mojado y una
toalla colgaba de mi cuello, él no me reconoció. Se sentó a esperar su turno y
comenzó a hojear una revista Playboy. ¡Me quedé anonadado! Lo observé
para ver si «simplemente estaba leyendo los artículos», pero inmediatamente
abrió la página central de la revista donde aparece una foto de una mujer
desnuda, y viró la revista de lado con tal de apreciar la modelo en toda su
gloriosa desnudez.
¿Eres
tú así? ¿Existe un lado oscuro y secreto en tu imagen cristiana?
Si eres un adolescente, ¿participas en
los viajes misioneros durante el verano aunque sigues acariciando los senos de
las chicas en el asiento trasero de un auto?
Si eres un esposo,
¿enseñas en la Escuela Dominical y eres activo en el grupo de caballeros, pero
día y noche tienes fantasías con mujeres desnudas?
¿Quién eres realmente?
La búsqueda de la mera excelencia es
una forma inadecuada de acercarse a Dios, lo cual nos deja vulnerables a una
trampa tras otra. Nuestra única esperanza es la obediencia.
Si no eliminamos de la vida cada
indicio de inmoralidad, nos capturarán nuestras tendencias masculinas de
alcanzar la gratificación sexual y los estados químicos elevados a través de
los ojos. (Esto lo discutiremos detalladamente en el siguiente capítulo.) Pero
no podemos lidiar con nuestra masculinidad hasta que primero no rechacemos el
derecho a mezclar las normas. Y al preguntar: «¿Cuán santo debo ser?» debemos
orar y comprometemos a una nueva relación con Dios que esté completamente de
acuerdo con su llamado a la obediencia.
capítulo
6
Solo
por ser varón
Aparte
de quedamos cortos en el cumplimiento de las normas divinas, encontramos que
hay otra razón para que prevalezca el pecado sexual entre los hombres. Llegamos
hasta allí de forma muy natural, solo por ser hombres.
De
Fred: Nuestra
masculinidad
Antes
de saber que Brenda, mi esposa, estaba encinta de nuestro cuarto hijo, me
convencí mediante la oración de que nuestro futuro hijo sería varón, nuestro
segundo varón. Estaba tan convencido de esto que durante el embarazo se lo
comenté a Brenda y a varios amigos íntimos.
Al acercarse el día del parto, aumentó
la presión. «¿Por qué se lo dije a todos?» Me quejé. «¿Y qué si es una niña? ¿Y
qué si me equivoqué?»
Cuando Brenda comenzó a sentir los
dolores de parto sentí una presión que parecía duplicarse con cada minuto que
pasaba. Por último, de pie debajo de las brillantes luces en la sala de parto
y observando la pequeña cabecita que ya estaba saliendo, supe que había llegado
el momento de la verdad.
El
bebé comenzó a salir boca arriba. Bien, pensé. Tendré un panorama
perfecto. Lleno de ansias animé amorosamente a Brenda: «Vamos, querida.
Puja un poquito más».
Se dejaron ver los hombros. Solo
unas pocas pulgadas más, pensé. ¿Y entonces? ¡Aahh! ¿Qué está haciendo,
doctor? En el último instante el médico volteó el bebé hacia él
precisamente cuando salieron las caderas y las piernas. Y ahora solo veía la
espalda del bebé. Vamos, vamos, grité dentro de mí.
Era increíble, pero
ni el médico ni la enfermera dijeron una sola palabra. De forma metódica y
eficiente limpiaron al bebé, succionaron su garganta y colocaron un pequeño
gorro sobre la cabeza del recién nacido. Cuando por fin el médico me presentó a
mi nuevo bebé, tenía las piernas completamente abiertas. De inmediato miré, porque tenía que
saber.
«jEs
un varón!», exclamé.
Ahora Michael tiene ocho años de¡;
edad y Jasen, su hermano mayor, tiene dieciséis y puedo decides con toda
certeza que ambos son varones. A medida que los crío, soy consciente de las
tendencias naturales que son inherentes a la masculinidad y que afectarán cada
aspecto de la pureza sexual, tal y como sucede en mi vida.
Nuestra masculinidad, y
particularmente cuatro tendencias varoniles, representan la tercera razón para
la omnipresencia de la impureza sexual entre los hombres.
Los
hombres son rebeldes por naturaleza
Cuando
Pablo le explicó a Timoteo que «Adán no fue engañado, sino que la mujer,
siendo engañada, incurrió en transgresión» (1 Timoteo 2: 14), estaba haciendo
notar que Adán no fue engañado cuando comió de la fruta prohibida en el Jardín
del Edén. Adán sabía que estaba mal, pero de todas formas se la comió.
Desde entonces, todos los hijos de Adán tienden a ser igualmente rebeldes.
En el libro Sexual Suicide [Suicidio
sexual], el autor George Gilder informó que los hombres cometen más del noventa
por ciento de los crímenes más violentos, cien por ciento de las violaciones y
noventa y cinco por ciento de los hurtos. Los hombres componen el noventa y
cuatro por ciento de los conductores borrachos, setenta por ciento de los
suicidios y noventa y uno por ciento de las ofensas en contra de la familia y
de los niños. Muy a menudo, los principales responsables son hombres solteros.
Nuestra masculinidad trae consigo una
rebelión natural de forma únicamente varonil. Esta tendencia natural nos otorga
la arrogancia necesaria para quedamos cortos en cuanto al cumplimiento de las
normas que Dios estableció. Como hombres, a menudo escogemos el pecado,
simplemente porque nos agrada nuestro modo de ser.
Los
varones encuentran que la vida «recta» es aburrida
En
su libro Hablemos con franqueza a los hombres y sus esposas, el doctor
James Dobson resumió bien la vida recta:
La vida recta para el hombre
trabajador... es levantar su cansado cuerpo de la cama, cinco días a la semana,
cincuenta semanas al año. Es ganarse dos semanas de vacaciones en agosto y
escoger un viaje que sea del agrado de los hijos. La vida recta es gastar tu
dinero sabiamente cuando lo que preferirías hacer es darte cualquier gustazo;
es llevar a tus hijos a montar bicicleta el sábado, cuando lo que más anhelas
es ver el juego de pelota; es limpiar el garaje de tu casa durante el único
día libre después de haber trabajado sesenta horas la semana anterior. La vida
recta es lidiar con los catarros en la cabeza, las reparaciones del auto, la
hierba mala y las planillas de impuestos; es llevar a tu familia a la iglesia
el domingo luego de haber escuchado todas las ideas que el ministro puede
ofrecer; es darle una porción de tus ingresos a la obra de Dios cuando dudas
si podrás pagar las cuentas.
Luego de todo esto, la mayoría de los
hombres respondería: «¡Sáquenme de aquí!»
Aunque nuestra rebeldía natural provee
la arrogancia necesaria para quedamos a la mitad del camino en cuanto a
las normas que Dios estableció, nuestro disgusto natural por la vida recta nos
brinda el deseo para detenemos a la mitad del camino y por el contrario
experimentar los placeres temporales del pecado. Nuestras normas mezcladas nos
ofrecen un alivio de las responsabilidades que nos aburren.
Los
varones poseen un fuerte y regular libido
El
humano varón, por causa de la producción de esperma y otros factores,
naturalmente desea un alivio sexual casi cada cuarenta y ocho a setenta y dos
horas. (Después de escuchar esto una joven esposa exclamó: «¡Ay, qué cruz tiene
que llevar!») Muchas mujeres, que especialmente al principio del matrimonio
con rareza pueden igualar el nivel de deseo sexual, se asombran al ver la
regularidad con que sus esposos desean hacer el amor. Pero es que así somos. Si
eres afortunado, tu esposa ha desarrollado un nivel similar de deseo sexual
motivado por su amor hacia ti (¡o por piedad!).
El doctor Dobson cuenta la historia de
una joven pareja que decidió emprender un viaje de placer y practicar el esquí
acuático. El esposo, un neófito de ese deporte, se pasó toda la tarde dando
tumbos a lo largo de la bahía mientras luchaba por mantenerse de pie. Con entusiasmo
lo intentaba una y otra vez, pero pasó más tiempo dentro del agua que
encima de ella.
El esfuerzo, evidentemente dejó
exhausto a nuestro héroe achicharrado por el sol. Mientras tanto, su esposa se
volteó hacia una amiga y le dijo: «¿Me creerías si te dijera que después de
todo esto cuando lleguemos a la casa va a querer hacer eso hoy por la noche?»
¿Cómo
es que este ciclo de setenta y dos horas impacta la pureza sexual de los ojos y
la mente? Examínate durante las próximas dos semanas. Tienes relaciones
sexuales el domingo por la noche. El lunes por la mañana vas manejando al
trabajo y, sin darle mucha importancia te percatas de una nueva cartelera con
una chica sensual. Pero en tu viaje matutino, después de pasar tres días sin
tener relaciones sexuales, ver la misma chica de la cartelera te enciende el
«motor» y recorres varias millas sin dejar de pensar en ella. A lo largo del
día, la chica del cartel ocupa tus pensamientos durante las aburridas
reuniones de negocio.
«Si voy a estar fuera toda una semana
en un viaje de negocios», nos dijo Rob, «por lo general, Sue y yo tenemos
relaciones sexuales el domingo por la noche. Ella es de gran ayuda para mí en
este aspecto, y necesito esa ayuda. El lunes por la noche mientras estoy de
viaje voy a cenar, trabajo un poco, veo las noticias en CNN y me acuesto a
dormir. Es posible que piense en la relación sexual, pero no es motivo de
preocupación. Sin embargo, el miércoles por la noche no soy el mismo hombre.
¡Prácticamente me siento poseído! Las tentaciones son terribles y cada noche
parecen aumentar su intensidad».
Las tentaciones pueden o no
intensificarse, pero tu sensibilidad a las mismas sí aumentan. Al tercer día
del ciclo estas tentaciones parecen ser cavernosas.
Tu cuerpo no es confiable para ninguna
batalla espiritual y mucho menos la batalla de la pureza. sexual y la
obediencia. Fácilmente podemos identificamos con Pablo:
Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior me
deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela
contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está
en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librara de este cuerpo de muerte?
(Romanos 7:21-24).
A menudo tu cuerpo se rebela y libra
una batalla en tu contra. Esta tendencia traicionera ejerce presión sobre
nuestro libido para que pasemos por alto las normas divinas. Cuando este
impulso sexual se combina con nuestra arrogancia masculina natural y con
nuestro deseo masculino natural de alejamos de la vida recta, el cautiverio
sexual nos ceba y abastece.
Mientras tanto, el medio de ignición
brota de la cuarta de nuestras tendencias masculinas naturales, y la más letal.
Los
varones reciben gratificación sexual a través de los ojos
Nuestros
ojos les ofrecen a los hombres el medio para pecar extensamente y por voluntad
propia. No necesitamos ni una cita ni una amante. Jamás tenemos que esperar.
Tenemos nuestros ojos y a través de ellos obtenemos gratificación sexual en
cualquier momento. La desnudez femenina nos excita en cualquier manera, forma
o medio que se nos presente.
No discriminamos. Puede venir con la
misma facilidad en una foto desnuda de una mujer desconocida que en un romántico
interludio con una esposa. Cuando de admirar la anatomía femenina se trata,
poseemos una llave de ignición visual.
Las mujeres casi nunca entienden esto
porque no se estimulan sexualmente de la misma manera. Su sistema de ignición
está vinculado al toque y a la relación. Ellas perciben este aspecto visual de
nuestra sexualidad como superficial, sucio y hasta detestable. Con frecuencia,
cualquier esfuerzo de los esposos por darle un giro positivo a este factor
«visual» sugiriéndoles a sus esposas que lo usen como una ventaja en la
habitación, choca con una pared de desprecio. Lisa, por ejemplo, dijo: «¡Entonces
se supone que ahora tenga que comprar uno de esos atuendos
"baratos", y ponerme a bailar en medio de la habitación como si fuera
una mujercilla de un club nocturno!»
En tu batalla por la pureza sexual, la
gratificación sexual no es un asunto que deba tomarse a la ligera. Si
consideramos lo que una escena desnuda hace con los centros de placer de nuestro
cerebro, y en estos días es bastante fácil ver muchas mujeres desnudas o
semidesnudas, con razón nuestros ojos y nuestra mente resisten el control.
Preámbulo
sexual visual
Vamos
a expresar esta cuarta tendencia natural en palabras diferentes, para que no
dejes de captar su verdadero sentido: Para los hombres la impureza de los
ojos es un preámbulo sexual.
Tal Y como lo escuchas. Es igual a
pasar la mano por la parte interior de un muslo o acariciar un seno. Porque el
preámbulo es cualquier acción sexual que de forma natural nos lleva por el
camino hacia el coito. El preámbulo sexual enciende las pasiones impulsándonos
de un nivel a otro hasta consumar el acto.
Dios no aprueba el preámbulo sexual
fuera del matrimonio. En Ezequiel23:3 vemos un destello de esto: Dios, para
mostrar la rebeldía y apostasía de su pueblo escogido, usa el cuadro de
vírgenes participando en el pecado apasionado: Allí fueron apretados sus
pechos, allí fueron estrujados sus pechos virginales. (Si alguna vez
argumentaste que en la Biblia Dios no toca el tema de las «caricias sexuales»,
deja que Ezequiel 23:3 corrija tu manera de pensar.) De la misma manera es
instructivo el énfasis general de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la
pureza sexual.{vuelve a estudiar los pasajes que aparecen al final del capítulo
4) y la aplicación tanto de sus normas mentales como físicas. Desde la
perspectiva divina, la relación sexual es mucho más que el acto de poseer
sexualmente a una mujer.
¿Qué actos constituyen el preámbulo
sexual? Lógico, «estrujar los pechos» es parte del preámbulo sexual. ¿Por qué?
Porque de seguro le seguirá el coito. Si no es con ella esta noche, entonces,
por lo menos, con la masturbación más tarde en tu hogar. Si no es con ella esta
noche, entonces tal vez sea mañana por la noche cuando su voluntad se haya
debilitado.
La masturbación mientras tienes
fantasías con otra mujer aparte de tu esposa o tener «fantasías acerca del
coito» mientras duermes, es lo mismo que hacerlo. ¿Recuerdas la norma que Jesús
estableció? Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo
que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en
su corazón (Mateo 5:27-28).
¿Qué más es un preámbulo sexual? Las
caricias mutuas de las partes privadas. Hasta acariciar la parte superior del
muslo puede ser parte del preámbulo sexual. (¡Quizá los jóvenes no lo vean de
esta manera, pero los padres sí! Si vieras a un joven tocando el muslo de tu
hija, te aseguro que no guiñarías el ojo y seguirías de largo.) Cuando una
chica descansa su cabeza sobre el muslo de un adolescente, eso es un preámbulo
sexual. Quizá es una forma liviana del mismo, pero tal acción encenderá su
motor a un nivel demasiado elevado para los motores jóvenes. Bailar despacito
podría ser parte del preámbulo sexual, si ciertas partes del cuerpo entran en
contacto íntimo.
Esto no quiere decir que las parejas
jóvenes no puedan relacionarse físicamente en maneras que no son parte de un
preámbulo sexual, como tomarse de las manos, andar juntos tomados de brazos o
un corto beso. Pero los besos apasionados alrededor del cuello y el pecho,
naturalmente llevan a despojarse de las ropas, lo cual lleva a la mutua
masturbación, y al coito.
Promesas
quebrantadas
Si
eres casado, tal vez te estés preguntando: ¿Qué tiene todo esto que ver
conmigo? Mi preámbulo sexual ocurre solamente con m! esposa.
¿Estás seguro? La impureza de los ojos
ofrece gratificación sexual categórica. ¿No es eso un preámbulo sexual?
Cuando en una película ves una escena apasionada, ¿brinca algo debajo de tu
cinturón? ¿Y qué estás pensando si estás en la playa y de pronto conoces a una
hermosura de mujer vestida con un diminuto biquini? Sofocado, luchas por
respirar, mientras que la Misión Control dice en tono monótono: «¡Estamos
encendidos!» Al instante la llevas a la cama, aunque solo sea en tu mente. O
archivas la imagen para más tarde disfrutar con ella tu fantasía.
Te fijas en una sensual modelo y la
codicias; te fijas en ella con más detenimiento y codicias un poco más. Tu
motor se acelera hasta llegar a la zona roja y necesitas algún tipo de alivio o
el motor va a explotar.
No
queda la más mínima duda: para los hombres la gratificación visual es una
forma de relación sexual. Como hombres, a través de nuestros ojos obtenemos
gratificación sexual y elevados niveles químicos.
Alex recuerda la ocasión en que estaba
viendo un programa de televisión junto a su cuñada. El resto de la familia
andaba por las tiendas. «Ella estaba acostada sobre su estómago en el piso
frente a mí, vistiendo pantalones cortos apretados y se había quedado dormida
mientras miraba el programa. Yo estaba sentado en una silla, bajé la vista por
un instante y me fijé en la parte superior de su muslo y un diminuto vestigio
de su ropa interior. Traté de pasarlo por alto, pero mi corazón comenzó a
acelerarse un poco y mis ojos no dejaban de mirar la parte superior de su muslo.
Me excité a tal grado que comencé a mirar con mayor detenimiento y a
codiciarla. De alguna manera tenía que aliviar tales sentimientos. Me masturbé
allí mismo donde estaba sentado, mientras ella dormía».
En el caso de Alex, la impureza de los
ojos era claramente un preámbulo sexual que lo llevó a un pecado adicional. Es
crítico reconocer la impureza sexual visual como parte de un preámbulo sexual.
Si contemplar las cosas sensuales simplemente nos ofrece un aleteo de
apreciación por la belleza de una mujer, en nada sería esto diferente a
contemplar el asombroso poder de una tormenta de rayos que se desplaza a través
de los campos de maíz de Iowa. No hay pecado. No hay problema.
Pero si es preámbulo sexual y
si estás recibiendo gratificación sexual, entonces profanas el1echo
matrimonial:
Honroso sea en todos el matrimonio, y
el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúltero s los juzgará
Dios (Hebreos 13:4).
Y es seguro que también estás pagando
precios que tal vez ni estés viendo:
No os engañéis; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que hombre sembrare, eso también segará. Porque el que
siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para
el Espíritu, del EspíritU segará vida eterna (Gálatas 6:7-8).
Además, al igual que Alex, estás
quebrantando promesas. Le prometiste a tu esposa que ella sería tU único
vehículo de satisfacción sexual sobre la faz de la tierra. También Alex lo prometió,
pero durante ese episodio frente al televisor rompió dicha promesa. Él no fue
fiel a su único y fiel amor.
Considera la siguiente historia que
nos llega de Ed Cole, un pastor que predica a nivel nacional: Al mediodía, para
concluir una reunión de oración que estaba dirigiendo para el personal de un
gran ministerio, una joven lo llamó aparte para pedirle oración.
-Tengo
un problema -le dijo ella con cierta timidez.
-¿Cuál
es tu problema? -preguntó él.
El
rostro de ella se puso tenso y sus ojos se inundaron de lágrimas.
-En
realidad no lo sé -dijo ella con voz entrecortada y mordiéndose los labios-,
pero mi esposo dice que tengo un problema.
Ed
lo intentó nuevamente.
-Según
tu esposo, ¿cuál es tu problema?
-Él
dice que no lo comprendo -dijo ella por fin mientras agonizaba por emitir cada
palabra.
-¿Qué es lo que no
comprendes? -le preguntó Ed.
De repente la joven
mujer comenzó a llorar amargamente, desde lo más profundo de su ser.
-Mi esposo guarda revistas al lado de
nuestra cama -dijo jadeando entre sollozos-. Playboy, Penthouse y otras
revistas similares. Dice que necesita mirarlas antes de tener relaciones
conmigo. Dice que las necesita para estimularse.
A duras penas dejó escapar la oración
mientras las lágrimas le rodaban por sus mejillas.
-Le dije que realmente no necesita
esas revistas, pero me dice que no lo comprendo. Él dice que si de verdad lo
amara, entendería por qué necesita las revistas y le permitiría comprar más.
Más
tarde, cuando Ed le preguntó a qué se dedicaba el esposo, ella respondió:
-Es
pastor de jóvenes.
Ninguna
esposa debe verse obligada a compartir la intimidad de su cama matrimonial con
ninguna desvergonzada modelo pornográfica. En este caso, el esposo no
solamente le estaba pidiendo a su esposa que aceptara su pecado, sino
que también lo ayudara en su pecado permitiéndole comprar más revistas.
Entonces justifica su conducta culpándola. ¡Qué absurdo! Tampoco este hombre
era sincero a su único y fiel amor.
Gracias mi hermano por el esfuerzo que haces por subir este importante libro, pero déjame decirte que apenas vas por el capitulo 8 y en total son 18 fuera de a guía de estudios y comentarios que titula ``planea tu batalla``que serian 19 paginas en el libro original, te escribo para felicitarte pedirte que hagamos el esfuerzo por completar el libro completo Bendiciones.
ResponderEliminarClaro, tienes toda la razon, si los tiene o sabe como encontrarlos me los envia al correo yefry2@gmail.com y con gusto lo publicamos
Eliminarimpresionante como DIOS da la sabiduría para edificar nuestras vidas a través de su palabra y de hombres que se ponen en las manos de DIOS para ser usados por el. DIOS Le bendiga me parece muy importante este conocimiento ojala todo cristiano lo pueda leer.
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